viernes, 17 de julio de 2015

La gran casa de Valdés.

La casa de Valdés hunde sus raíces en lo más profundo de la Edad Media Asturiana. Con origen en el concejo del que toman su apellido, los Valdés fueron extendiendo su influencia poco a poco a lo largo de casi todo el territorio asturiano gracias a una inteligente política matrimonial. Un ascenso al poder que no dejó de levantar envidias y suscitar rivalidades con otros ricosombres, que no dudaron en enfrentarse con nuestros protagonistas. 

El origen de este linaje parece encontrarse en Gonzalo Melendez, rico-ombre de Alfonso VII, señor de la villa y puerto de Luarca, que defendió la voz del rey durante las revueltas del conde don Gonzalo Pelaez. Su lealtad sirvió para que el emperador leones le entregara lo que sería a partir de entonces su patrimonio, así como varías tierras de los rebeldes derrotados en el lugar de Busto. Este territorio donado se correspondería con el valle del río Esse, el Val del Esse; Valdés.

La Gran Casa de Valdés
La Gran Casa de Valdés
En algún momento indeterminado del siglo XII el tronco familiar de los Valdés se divide en dos y aparece una segunda rama en el concejo de Llanera, justo al norte de la ciudad de Oviedo, al otro lado del monte Naranco. Será está rama de la familia, la situada en Llanera, la que logre alcanzar mayor predicamento dentro de los reinos de Leon y Castilla, llegando a ser nombrado uno de ellos, Pedro Menéndez de Valdés, "caballero muy honrado del Reino de León" protagonista de una de las historias que se relatan en "El Conde Lucanor" de don Juan Manuel. Estos Valdés de Llanera, tendrían su solar y residencia principal en las conocidas como "Torres de San Cucao", fortaleza de la que apenas nos ha llegado una torre muy modificada, y que se encontraba a poco más de dos leguas desde la catedral de San Salvador, justo al otro lado del río Nora

Durante los siguientes años del siglo XII los Valdés extendieron su influencia por el territorio circundante, restauraron el monasterio de Cornellana, se hicieron con el señorío de la villa de Salas y con las encomiendas, por parte de la catedral de San Salvador, de los concejos de Gozón y Llanera. Se levantan en estos años del siglo XII las torres de San Cucao y una capilla funeraria para la familia en el renombrado monasterio de San Vicente de Oviedo.

 Sin embargo no es hasta nos encontramos con don Rodrigo Menéndez Valdés, señor Busto, Ranón, Quintana, con vasallos en la tierra y villa de Salas y señor de las torres de San Cucao, que el apellido Valdés se convierte en el nombre familiar (como se ha visto más arriba, el primero se apellidaba Melendez). Acabó sus días el primer Valdés propiamente dicho en 1210, reinando Alfonso IX, el último rey de León. Y sus hijos no perdieron el tiempo, estuvieron en las Navas de Tolosa, en la reconquista de Jerez, en la de Sevilla, en el sitio de Gibraltar (donde muere peleando Garci Gonzalez Valdés) y, como no, en la guerra civil castellana de 1366-1369. Pero antes de seguir nos detendremos en aquél que luchó en las Navas de Tolosa, Pedro Menéndez de Valdés.

Merece la pena el receso en don Pedro, porque, como he dicho antes, es el protagonista de una de las historias de "El Conde Lucanor", la historia nos habla que don Pedro era un hombre muy templado que, pasase lo que pasase, siempre se lo tomaba a bien, pues las cosas ocurrían por voluntad de Dios y por lo tanto ocurren por un buen motivo. Vino a suceder que el rey don Alfonso IX llamó a la corte a don Pedro, pero éste tuvo una aparatosa caída de caballo y se quebró la pierna, no pudiendo acudir al llamamiento. Todos los que a su alrededor estaban le preguntaban como iba a poder ser bueno esto, pues muy posiblemente el rey se encolerizara por su ausencia. Lo que no sabían estos sabihondos, era que el llamamiento no era sino una trampa, pues los enemigos en la corte de don Pedro habían enemistado al rey con él, y el rey había dispuesto que don Pedro sería emboscado y muerto durante su camino a la corte (vaya con el rey). Al no poder acudir debido a su herida, dio tiempo para que los enemigos de don Pedro se desenmascarasen, fueran castigados y el de Valdés volviera a la estima del rey. Demostrándose así que don Pedro tenía de nuevo razón, y que Dios dispone lo que es mejor para los suyos.

Y podemos ahora seguir nuestra historia, que la habíamos dejado en la guerra civil castellana, momento en el que aparece uno de los Valdés más fascinantes de todos los que se pasearon por la Asturias Medieval; Diego Meléndez de Valdés, más conocido como "El Valiente".

Este Diego fue uno de los capitanes más fieles a la causa de don Pedro I, llamado "el Cruel" y cuando su señor cayó muerto por mano de su hermano Enrique en el castillo de Montiel, don Diego, viendo peligrar su vida huyó de Castilla de manera tan inmediata que ni siquiera tuvo tiempo de despedirse de su esposa. Y es que don Diego había negado refugio a don Enrique en su castillo de San Cucao durante las primeras revueltas de éste. Y el nuevo rey no tardo ni un parpadeo en sentarse en el trono y enviar a Asturias a uno de los suyos, Pedro Ruiz Sarmiento, Adelantado Mayor de Galicia, a confiscar los bienes de los vencidos y a derribar las famosas torres de Llanera. Diego pudo escapar disfrazándose de monje benedictino gracias a la ayudad del abad de San Vicente de Oviedo.

Con ganas de poner tierra de por medio, pero no de ser acusado de cobarde, Diego Melendez peregrinó en su huida hasta la ciudad de Jerusalén, en donde visitó los Santos Lugares y el sepulcro de Santa Catalina, y quiso Dios que su mujer, que era del linaje de los Álvarez de Nava, se reencontrara allí con él, pues al poco de enterarse de su huida la dama había salido en pos de su marido. Pasaron después al reino de Chipre, donde combatieron contra los genoveses y fue nombrado conde por el rey Jacobo de Lusignan.

La Gran Casa de Valdés
Diego Meléndez Valdés "el Valiente" descabalga a
un caballero francés. Por Juan Pablo Moratiel.
Volvió don Diego a tierras de Castilla y entro al servicio de uno de los primos del rey, Pedro, conde de Trastamara, don Diego llevaría "mudado el habito y cambiado el nombre" haciéndose pasar por otra persona en espera de la oportunidad para redimirse y recuperar lo que era suyo. Y la oportunidad llego en una jornada en Valladolid, donde se celebraba un gran torneo y los caballeros españoles estaban siendo incapaces de derrotar a los franceses, aliados del rey. Mando don Enrique llamar a sus caballeros de los reinos de León y Galicia y, para su alivio y orgullo, uno de los del séquito de su primo fue capaz de batir, uno a uno, a todos los jactanciosos caballeros de la dulce Francia. El rey, más que dispuesto a celebrar la hazaña, prometió al caballero otorgarle lo que le pidiera, pero humildemente aquel hombre solo pidió: "que se otorgase la vida a un hombre que por ser fiel a su señor estaba condenado a muerte" Concedió el rey el perdón pensando que se refería el caballero a uno de sus escuderos, y se llevó sorpresa mayúscula cuando don Diego reveló su verdadera identidad. El rey mantuvo su palabra, le perdonó la vida, le restituyó sus bienes, le dio permiso para reconstruir las torres y lo nombró Guarda Mayor de su hijo don Juan. No esta mal para un caballero del bando perdedor.

Gracias a ese perdón real don Diego reconstruyó las torres de San Cucao y levantó una ermita en Gijón bajo la advocación de Santa Catalina. Pero más importante aún fue que los Valdés, divididos en distintas ramas familiares, reafirmaron su poder en diversas partes de Asturias. Así los Valdés de San Cucao se hicieron con la Merindad de Oviedo, aunque la vendieron posteriormente a los Quiñones, los Valdés de Aviles defendieron la villa contra estos últimos, y dos capitanes de la Casa defendieron las armas del rey en la frontera con Granada, en donde destacó García Gonzalez de Valdés, que defendió Baeza con la sola ayuda de los habitantes de la villa, de un ejercito granadino de más de siete mil jinetes y diez mil infantes, ocurrió esto en 1407. Veinticinco años después, otro Valdés, llamado Pedro Meléndez, triunfó en una justa organizada por el rey Juan II, siendo reconocido como uno de los mejores justadores del reino, Pedro Meléndez era por aquel entonces capitán en la frontera con los moros.

De vuelta en Asturias los años del reinado de Juan II fueron épocas de disturbios y banderias. La leonesa familia de los Quiñones, que habían combatido con éxito al conde don Alfonso, se habían ido apoderando poco a poco de toda la región, en algunos casos por medio de pactos y en muchos otros por violencias e intimidaciones. Los pocos que se enfrentaban a ellos sufrían el riesgo de ser exterminados y sus tierras perdidas y repartidas y la situación fue tan grave que apenas la villa de Avilés, defendida por Pedro Valdés, y el castillo de San Martín, en la desembocadura del Nalón, se resistían a su dominio, los asturianos pidieron ayuda al rey, pero el monarca estaba tan sobrepasado por la inestabilidad general del reino que solo pudo delegar en su hijo, el Príncipe de Asturias, futuro rey Enrique IV. El príncipe, con pocos medios él mismo, envió a tres capitanes para recuperar su autoridad en la región. Como no, uno de ellos era un Valdés, Fernando de Valdés, que se encargó de restaurar la autoridad del príncipe en las Asturias de Tineo

La lucha por liberar a Asturias de los Quiñones fue dura y sangrienta, con muchas muertes y disturbios y solo se consiguió cuando se arrancó del príncipe un solido compromiso de no volver a entregar a otros lo que era suyo por derecho (los asturianos querían evitar con esto que, después de luchar y morir al enfrentarse a los Quiñones, el príncipe les entregara de nuevo el poder en la región para atraérselos a su bando, y es que las conjuras de la corte convertían en aliados a los que hasta ayer habían sido enemigos acérrimos, por un precio, claro). Sin embargo este no fue el fin de los Quiñones, pues las guerras civiles que estaban por venir les devolverían su lugar en la región. Pero eso ya se contará en otra parte.

 Momentáneamente el principado había quedado libre de los leoneses y, en teoría, en manos del príncipe, su propietario. Pero eso no trajo con sigo la paz, y en esto tendrían su responsabilidad los Valdés junto con otra de las grandes casas asturianas;  los Quirós.

La Gran Casa de Valdés
Diego Meléndez de Valdés se esconde
bajo el puente de Colloto.
Por obra de Nestor Gonzalez.
 Unos y otros llegaron a las manos para demostrar "quién valería más en la tierra" y se sucedieron las escaramuzas y las muertes entre uno y otro bando, siendo una de las más sonadas la derrota de los Valdés en el puente de Colloto, cerca de Oviedo, en donde solo se salvó Diego Meléndez de Valdés, hijo bastardo de Melen Suarez de Valdés, que se escondió debajo del susodicho puente. Pese a este contratiempo los Valdés fueron capaces de reorganizarse y derrotar por su parte a los Quirós, que pidieron ayuda a sus deudos y reunieron tantas tropas que los Valdés hubieron de escapar de sus casas que fueron quemadas y saqueadas... y así sucesivamente. Todas estas violencias tuvieron lugar alrededor de los años cincuenta del s. XV.

Por fortuna para unos y otros, y para el mismo Principado, estas banderías no fueron capaces de acabar con ninguno de ellos y con la llegada de los Reyes Católicos por fin pudo la región disfrutar de su merecida estabilidad.

Y fue durante el reinado de Sus Católicas Majestades que nació el que será el último Valdés del que trataremos en este artículo: Fernando de Valdés Salas. Pertenecía a una rama de la familia enclavada en el concejo de Salas, lugar donde nació, que había ido ganando cierta preeminencia entre sus parientes a medida que declinaba el poder de los Valdés de San Cucao. Fernando nace en 1483 y con apenas treinta años ya forma parte del Consejo Supremo de la Inquisición, protegido por Cisneros, entabla amistad con Carlos I durante una visita a Flandes, y su ascenso es meteórico, sucesivamente se convierte en obispo de Elna, de Ourense, de Oviedo, de León y de Sigüenza, preside la Real Chancillería de Valladolid y en 1546 es nombrado arzobispo de Sevilla, Un año después sería nombrado Inquisidor General, tarea que desempeño con una eficiencia implacable. Martillo de herejes, enemigo acérrimo de Lutero, luchador incansable contra los focos de erasmismo y luteranismo que aparecieron en Castilla, redactor del Indice de libros prohibidos, envió a no pocos a la hoguera por ser cripto-judíos, moriscos y falsos conversos. Y salvó indirectamente a cientos de mujeres de morir en la hoguera por brujería.
Y es que el Inquisidor General no creía en las brujas. Era jurista y sentó las bases de la investigación judicial de la Inquisición, si no se puede probar de forma fehaciente, es que no existe y por lo tanto no debe ser juzgado. La brujería no era sino ignorancia y supercherías, y la mayoría de los testigos eran niños o gentes incultas que no parecían haber oído nada sobre brujas hasta el momento en el que se les preguntaba sobre ellas.

Y con él damos por terminado este asunto de la Casa de Valdés.

Post scriptum: hacía mucho que no me enfrentaba a una tarea tan inabarcable como esta de la casa de Valdés. No solo hunden sus raíces en lo más profundo de la Edad Medía, sino que parecen extenderse por todas partes como si de una hidra de cien cabezas se tratara. He encontrado rastro de los Valdés en el concejo homónimo, en Llanera, en Oviedo, en Avilés, en Salas, en Gijón y también en Sevilla y la frontera con Granada, y más adelante en las Américas. Vamos que están por todas partes.
 Y como son tantos cumplen con todos los diversos estereotipos de los caballeros de la época, hay valdeses ladrones y malfeitores, como los de Valdés (el concejo), los hay abnegados defensores de la corona (como los de Llanera) y los hay defensores de los villas y sus privilegios, como los de Avilés. Pero esto sería una simplificación porque en todos los concejos y en todas las ramas se llegar a dar todos los diversos estereotipos.

Ideas de aventuras: 

  • Los Pjs forman parte del séquito de Diego Meléndez de Valdés, conocido como "el Valiente", y son forzados a huir al exilio junto con su señor. No solo el prodigiosos periplo hasta Jerusalén es una fuente inagotable de aventuras, sino una vez allí la visita a los Santos Lugares, las luchas contra los Genoveses, el reencuentro con su esposa. Todo ello es puro material de aventuras.
  • Durante las guerras contra los Quiñones los Pjs reciben el delicado encargo de llevar al rey los documentos con las conclusiones de sus tres capitanes. Deben llegar a la meseta, pero los puertos están patrullados por los barcos de los Quiñones y la tierra tomada por sus fieles. ¿Lo conseguirán?
  • Un grupo de entusiastas inquisidores son enviados a una remota comarca asturiana para esclarecer ciertas acusaciones de brujería, se encuentran con terribles prácticas, pero son incapaces de llevar consigo una sola prueba de ello. ¿Serán capaces de presentar sus conclusiones al poderoso Inquisidor General Fernando de Valdés? ¿O decidirán actuar por su cuenta y afrontar más adelante las consecuencias?


Bibliografía: Las Bienandanzas y Fortunas. De López de Salazar. Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias. Del Padre Carvallo. Armas y linajes de Asturias y Antigüedades del Principado. De Tirso de Avilés. Historia de la Brujería en España. De Joseph Perez. Historia de Asturias. VVAA. Ayalga Ediciones. El conde Lucanor. Don Juan Manuel.