miércoles, 12 de marzo de 2014

Una historia asturiana de fantasmas (o no)

En una ocasión una pastora vaqueira de los valles que rodean el río Esva tuvo a bien entretenerme con el relato de un fecho que, según me contaba, le había acontecido a ella misma en su tierna infancia.
Lo de tierna es un decir, porque a los fíos de los vaqueiros de Silvamayor la infancia no les reservaba más que trabajos y penurias, incluyendo alguna que otra paliza por extraviar una cabra o, como en su caso, por deslomarla de una pedrada para evitar que escapase (tranquilícense vuestras mercedes, la cabra sobrevivió y nuestra protagonista libró de la paliza).
Había ya entrado en la tierra de Tineo el vicio del tabaco, y el padre de nuestra vaqueirina, la cu
al no tendría más de diez años, no se le ocurrió otra cosa que mandar a la neña a buscar tabaco a la única tienda disponible en varias leguas a la redonda.
Fantasmagórica ilustración de Juan Pablo Moratiel
 Pero hagamos un alto, tengo que hablar primero de Silvamayor y sus circunstancias, para que vuestras mercedes entiendan mejor la penuria que acarreaba el encargo. Silvamayor es una braña, es decir, uno de esos lugares que tienen a bien ser descritos como pastos de verano para los trashumantes vaqueiros, que pasan el verano en un sitio y el invierno en otro, siguiendo siempre las necesidades del ganado vacuno que cuidan. Silvamayor está considerada la braña más grande de Asturias, pero eso no es decir mucho, no piensen en más del centenar de habitantes, todos ellos dispersos en sus también dispersas casas, pues las brañas no se caracterizan por juntar a sus habitantes en el mismo lugar. Piensen en prados empinados, casas pequeñas separadas unas de otras que se sostienen al borde de los susodichos prados, caminos embarrados, bosques de robles, castaños y abedules que pueden llegar a ser muy frondosos (no en vano Silvamayor podría significar Bosque Grande) y una oscuridad total, mitigada solo por el brillo de las estrellas y la luna (a veces ni eso si está nublado, que es a menudo) cuando cae la noche.
Bien. Esto era Silvamayor. 
Seguro que vuestras mercedes han deducido ya que la tienda en la que se vendía el tabaco, que era tienda, taberna y de todo, como es lógico, no se encontraba precisamente cerca del Remolín, que era la casa de nuestra protagonista. No lo estaba y por si fuera poco estaba al otro lado del bosque. Eso si, por lo menos había un camino.
 La neña, que no tenía ganas de que le cayera otra somanta de palos, no tuvo más remedio que ir a por el tabaco pese a lo tardío de la hora, y después de mucho caminar pudo hacerse con el preciado bien y tomar el camino de vuelta a casa.
Y aquí empezaron sus problemas. 
 A medida que se adentraba en el bosque que atravesaba el camino, ya en noche cerrada, empezó a oír un repetitivo crujir de ramas. Un hombre de ciudad como yo mismo y muchos de vuestras mercedes no reconocería un sonido producido en el bosque en la oscuridad, pero una feraz habitante de las brañas como ella si. Era el sonido de una bruesa, un pequeño hacha usado para cortar leña, el que se dejaba oír entre las tinieblas. 
La neña aguzó la vista intentando distinguir una lumbre entre la oscuridad, algún indicio de la procedencia del sonido, pero nada, solamente oscuridad y el monótono repiqueteo: tap, tap, tap.
La neña empezó a asustarse.
Conocía de sobra los montes que atravesaba, no era la primera vez que iba y venía a por tabaco, y sabía de sobra que una vecina de los alrededores tenía una bruesa y solía cortar leña en esos bosques. Lo que no era lógico era que lo hiciera por la noche, cuando no se ve nada y uno no sabe que se puede encontrar en la espesura. Pese a todo la neña preguntó en voz alta: "¿Maruxa, yes tú?" 
Pero tan solo se oía: tap, tap, tap.
Asustada la neña echo a correr y no paro hasta llegar al Remolín, donde su madre, al verla tan pálida le preguntó que le había pasado, la neña contó lo sucedido a su madre, quien como buena madre la reconforto con sus abrazos. 
Como no había nada que hacer cuando se hacía de noche fueronse todos a dormir en la única cama que había.
Y durmieron.
Hasta que alguien picó a la puerta. 
Imaginense vuestras mercedes el susto que nuestros vaqueiros se llevaron al oír picar a su puerta a esas horas de la noche. Miraronse asustados y se decidieron a abrir la puerta. Era un vecino. Venía a decirles que Maruxa, la señorina que tenía una bruesa y solía cortar leña en el bosque había muerto esa noche.
Post scriptum: esto que acaban de leer me lo refirieron a mi hace casi veinte años en una vieja casa de Oviedo en una noche de tormenta. La vaqueirina de la historia no es otra que mi abuela (güelita) que respondía al nombre de Aurelia Cano Iglesias y que me contó la historia poco más o menos igual que la he contado yo aquí. Claro que ella se conocía los nombres de los sitios; de la tienda, del bosque, de la anciana, y yo solo me acuerdo del nombre de su casa; El Remolín. Al acabar la historia, muy tranquilamente, mi abuela me explicaba que ella no sabía si lo que había oído eran fantasmas, animales hozando o lo que fuera. Me contó lo que le pasó y ya. Lo que no sirvió de nada porque yo me quede igual de asustado que estaba.
Este tipo de augurios de muerte son muy habituales en los mitos asturianos adquiriendo formas variopintas y diversas a lo largo de toda la región, como es el Carru de la Muerte, el Tamboriteiru o el propio Güercu que refería en una de las primeras entradas del blog y cuya protagonista era la hermana de mi abuela Aurelia, (vaya familia...), pero este otro me lo contaron mucho más adelante y en un día soleado, con lo que no fue tan impresionante. A falta de saber si fueron fantasmas, güercos, poltergeist o cualquier otra cosa, solo me queda espera que hayáis disfrutado de la historia tanto como yo en su momento.
Post scriptum II: hay otra cosas en relación a mi abuela y sus cuentos que me llamó la atención en su momento y que creo que la puedo contar aquí sin que desentone. En otra ocasión, mientras medio en broma, medio en serio me reñía por no ser buen cristiano (literalmente; "porque en esa casa estáis todos endemoniaos") ante mi pregunta de por que creía en Dios me respondió: ¿Y si no hay Dios como no se sale el mar de su sitio? Y ahí quedo la cosa.
La cuestión es que años después leyéndome el libro de Cristobo de Milio Carrín, "La creación del mundo y otros mitos asturianos", me encontré con que una de las funciones que tradicionalmente se daban a los dioses paganos era mantener el mundo dentro de su orden, entre otras cosas evitando que el mar se desbordara. 
Con esto no quiero decir que mi abuela fuese una adoradora pagana, ni que los vaqueiros mantuvieran facetas de cultos pre-cristianos en sus creencias, solo que me llamo la atención la similitud entre lo que ponía el libro y lo que me había dicho mi abuela.
Por otro lado, aunque en la historia digo que los ruidos se oían de noche cerrada, creo que en el relato de mi abuela todo sucedía al anochecer, es decir uno de esos momentos que no es ni de noche ni de día y en los que los celtas desconfiaban pues consideraban que se hallaban en la encrucijada entre dos mundos y que eran idóneos para que ocurrieran hechos sobrenaturales. De nuevo supongo que nos encontramos ante una casualidad. ¿Quién sabe?
Ideas de Aventuras: uno de los personajes atraviesa el bosque al anochecer cuando comienza a oír el tintinear de una armadura entre la floresta, tal vez se prepare para una emboscada o tal vez huya, da igual, no ocurre nada, solo se oye ese ruido. Por fin se reúne con el resto del grupo cuando uno de ellos, que viste armadura, pasa a su lado y el Pj del principio oye exactamente el mismo tintineo. Tirada de IRR y¡zas! se da cuenta que acaba de presenciar un augurio de muerte sobre su compinche. ¿Y ahora que?

lunes, 10 de marzo de 2014

Fernando Álvarez, el malvado obispo.

Fernando Álvarez de las Asturias, obispo de Oviedo entre 1302 y 1323.
Posiblemente el hecho más famoso de este obispo del medioevo asturiano sea que comenzó la construcción de la catedral gótica de Oviedo, encargando las obras de reforma del claustro para sustituir el antiguo de carácter románico, que era bajo y pobre y en poca consonancia con una sede episcopal que había ganado gran renombre en toda Europa gracias a las peregrinaciones que se hacían para contemplar sus reliquias.

Otro hecho por el que puede ser conocido el obispo es su parentesco con Rodrigo Álvarez de las Asturias, el gran magnate del momento en la región, eran primos, por lo tanto el obispo era miembro de la, en aquel momento, muy poderosa Casa de Noreña. Sin embargo el obispo se dedico siempre a engrandecer más a la catedral de Oviedo que a su propia Casa. Evidentemente era consciente que la estrella del momento era su primo don Rodrigo y el obispo quería brillar con luz propia. Por cierto que también era hermano de la abadesa de Santa María de la Vega, el monasterio de monjas benedictinas que ocupaba una vega muy arbolada situada a la vera del camino real que venía del oriente astur.

La vieja catedral de Oviedo según Juan Pablo Moratiel
Pero sigamos con el obispo.

Don Fernando Álvarez tuvo a bien terminar con un pleito que su antecesor había comenzado con el Alcalde Real Alfonso Nicolás. Éste había encarcelado y humillado al anterior obispo de Oviedo, Fernando Alfonso Pelaez, allá por el año 1294. En realidad el momento del encarcelamiento y la humillación eran anteriores a la elevación de don Fernando a la dignidad de Obispo, pero tanto da. El prelado no lo había olvidado cuando apenas un año después alcanzó el cargo y ordenó excomulgar al alcalde del rey. Alfonso Nicolás apeló a la santa sede e incluso el rey Fernando IV pidió que se levantará la excomunión, pero el humillado obispo no cejó en su empeño y todo el asunto no se resolvió hasta 1306, cuando siendo ya obispo nuestro Fernando Álvarez, el viejo alcalde real accedió a cumplir una penitencia, a saber: caminar semidesnudo, con una soga al cuello que le ataba a otros excomulgados por el obispo desde la calle de la Rua hasta la misma catedral. Además debía don Alfonso Nicolas pagar 900 sueldos y entregar a la catedral la casa de la Rua, en cuya torre había estado encerrado el dean. El alcalde cumplió, pero no todo, sus descendientes todavía habitaban la casa de la Rua y mantuvieron pleito al respecto con el cabildo. 

Otro hecho notable por el que podría ser recordado el obispo es la milagrosa curación de una perlesía del arcediano de la catedral, don Rodrigo Gutierrez, el cual perdió el hablar y "se le torció el gesto con mucha fealdad", pero gracias a la intervención de los santos San Eulogio y Santa Lucrecia, se recuperó milagrosamente de la perlesía. El obispo, en agradecimiento, mando construir una arca de plata en la que depositar los restos de los santos martires, que hasta entonces habían estado guardados en una más simple arca de madera. Por cierto que entre tanto mover de arcas de aquí para allá se tuvo a bien abrir unas arcas que habían sido depositadas allí por el anterior obispo, el de la excomunión, y se encontró en ellas gran cantidad de joyas y metales preciosos, nada menos que hasta quince quilos. Y es que el buen don Fernando Alfonso era una gran coleccionista de joyas, que las había guardado a buen recaudo en la Cámara Santa de la Catedral. Su sucesor en el cargo, nuestro Fernando Álvarez decidió que las joyas se las quedaba él, posiblemente quería empezar una nueva colección por si mismo. 

Sin embargo, si por algo merece ser recordado el obispo don Fernando Álvarez, de la Casa de Noreña, primo de don Rodrigo Álvarez de las Asturias, es por haber cobijado y protegido al más sanguinario de los bandidos que asolaron las tierras centrales de Asturias en la baja edad media. Me estoy refiriendo al ya nombrado don Gonzalo Peláez de Coalla.

En efecto, el buen obispo estuvo muy implicado en las luchas internas que en ese momento sacudían a la ciudad de Oviedo y que enfrentaban por un lado al regimiento de la ciudad y por el otro al cabildo catedralicio, junto con los monasterios de San Vicente y San Pelayo. 
Pongámonos un poco en antecedentes.

Oviedo en su origen había sido fundada como sede regía por Alfonso II alrededor del monasterio de San Vicente que pocos años antes había fundado Máximo y Fromestano. Cuando al morir Alfonso III en 910 se traslada la corte a Leon, en Oviedo se queda tan solo el obispo como fuente de poder, hay que tener en cuenta que muy posiblemente en estos años Oviedo se circunscribiría a la catedral, sus dependencias y los monasterios de San Vicente y San Pelayo y los edificios anexos que servirían para dar servicio a los tres centros religiosos. Es decir, Oviedo era prácticamente una gran iglesia amurallada. Esta situación se mantuvo así durante un par de siglos, hasta que en el s. XII comienzan a afluir a la ciudad una gran cantidad de peregrinos, lo que da origen a un autentico desarrollo urbano de la vieja capital astur, Alfonso VII en 1145 confirma el fuero que había sido otorgado a la ciudad por su antecesor Alfonso VI. 

Y hay empezaron los problemas.

Transcurridos los años, la parte no eclesiástica de la ciudad comenzó a obtener más y más poder e influencia, hasta poder hablar de tú a tú con el cabildo. Ésto unido a la decadencia eclesiástica generalizada de la que es testigo la baja edad media nos da una imagen de un cabildo catedralicio que ya no es lo que era y que, pese a todo su inmenso poder (poseía nada menos que un tercio de toda la región), ve como este se le escapa de las manos siendo recogido por el estamento burgués y secular. Toda una afrenta. 

 En 1310 se encuentra nuestro obispo en Salamanca, reuniéndose con su iguales y acordando de apoyarse mutuamente con el objeto de mantener y aumentar sus poderes feudales. Sabiéndose protegido por sus iguales y muy lejos de la autoridad del rey, que no había podido acudir en ningún momento en socorro de la villa de Grao, acosada esta como estaba por el bandido de Coalla, el obispo se pone manos a la obra y comienza a cometer tropelías y atropellos a los habitantes de la ciudad recurriendo incluso a la violencia armada y al chantaje. 

De hecho, aprovechándose de la situación estratégica de los castillos que rodeaban Oviedo y que estaba bajo su control, esto es Priorio y la gran fortaleza de Tudela, el obispo se decide a poner a la ciudad en un asedio de facto, sabedor de que sin suministros externos Oviedo no puede sobrevivir. El instrumento de su cerco no sera otro que el inefable don Gonzalo Pelaez, al que el obispo le había entregado ya en 1308 el control de los estratégicos castillos. El acoso fue tal que la ruta más directa entre Leon y Oviedo, la que atraviesa el puerto de Pajares, hubo de desviarse y el pan y el vino tuvieron que traerse por el puerto de Leitariegos a través de la tierra de Tineo. Una ruta que aún así pasaba peligrosamente cerca del castillo de Priorio, también controlado por el obispo y su sicario. 

La situación de guerra y acoso a la ciudad se mantuvo hasta finales de 1315 en el que don Rodrigo Álvarez de las Asturias, Adelantado Mayor de Asturias, Leon y Galicia, acude con un ejercito para acabar con la amenaza del bandido. Al año siguiente somete a la fortaleza a asedio y se dispone a expugnarla trayendo de Oviedo un ingenio de asedio. Su primo el obispo comprende que todo está perdido y, antes de perder el preciado y estratégico castillo, decide entregarlo y rendirse. El obispo había sido derrotado por su propio primo.

No se sabe mucho de lo que le ocurrió al obispo en sus últimos seis años de vida. Seguía siendo un hombre poderoso en la región, pero está vez había uno por encima de él, que no era otro que su primo, y seguramente no quiso o no pudo desafiarle abiertamente, aunque es muy probable que el enfrentamiento con la ciudad continuara no volvió a adquirir los tintes dramáticos que se alcanzaron con la entrega al de Coalla del castillo Tudela. 

El obispo moría en 1321.

Ideas de aventuras: 
  • Oviedo está buscando hombres de armas para defenderse de las correrías de don Gonzalo y el obispo. ¿Conocen los PJ's a alguno?
  • Los Pj's son artesanos y burgueses de la ciudad de Oviedo, intentan llevar una vida sencilla y prospera pero hete aquí que el obispo se ha encaprichado con la sobrina/hermana/hija de uno de ellos. Y al señor obispo no le gusta que le digan que no.
  • Los Pj's son buenos siervos de dios y de su obispo en la ciudad. Son gentes tranquilas, no dadas a peleas ni violencias, pero por casualidad se enteran de que el regimiento de la ciudad planea asesinar al obispo esa misma noche aprovechando que la mayoría de los suyos están haciendo correrias en el alfoz. Solo los Pj's pueden evitar que el obispo sea asesinado.

Post scriptum: Entre 1293 y 1323 hay tres obispos en Oviedo que se llaman Fernando, siendo dos de ellos Fernando Álvarez, dando lugar a una lógica confusión entre unos y otros. Más aún, mientras me documentaba me he encontrado con alguna que otra página web que afirmaba sin pudor que el señor obispo ayudó a don Rodrigo Álvarez a asaltar el castillo de su propiedad por unos bandidos que se le habían metido dentro. Todo puede ser, pero la opinión mayoritaria de los historiadores es la que he reflejado en el artículo y creo que todo lo que he escrito se refiere al tal don Fernando Álvarez, si encuentro algún error lo subsanaré sin problemas. 
Por lo demás, no he encontrado mucho más que decir sobre este personaje, pero la verdad es que es mucho más de lo que hay sobre muchos de los obispos de esa época. Con los datos que he recogido creo que se ha ganado un puesto de malvado recurrente en nuestra historia aquerralesca y bien podría ser el villano principal de una campaña que tenga como objeto las luchas entre Oviedo y el cabildo, un tema poco conocido pero que nos convierte a nuestra ciudad en un emulo de Verona, solo que en lugar de Mostescos y Capuletos aquí hay curas y burgueses. Un terreno a explorar sin duda.
Para documentarme he utilizado:
 Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias. De Luis Alfonso de Carvallo.
 Coalla el sanguinario. De Fernando Romero. 
 Y Oviedo Enciclopedia: el.tesorodeoviedo.es