miércoles, 3 de diciembre de 2014

El desafío de los 30 días + 3 días de regalo.




¡Ala! Dos días tarde y encima todas a la vez, pero mira, por lo menos contesto con sinceridad.

1.¿Con qué rolero que no has jugado nunca te gustaría jugar?

 Si hombre, el de gafas de barba...

2.¿Cuál ha sido tu mejor sesión? ¿Por qué?

Una que acabo con final feliz.

3.¿Prefieres hacer un spin-off, o jugar una partida independiente?

Un Footloose.

4. Que consejo le darías a un master que fuese a dirigir su primera partida.

Que diga no a las drogas.

5.¿Cómo crees que es la mejor forma de buscar jugadores para hacer un grupo?

Los desentierras y los atas con una cuerda.

6.Odias los juegos de rol porque...

se acuestan con mi mujer.

7.¿Cómo mantienes la concentración en el juego?

Retroeyaculanco, pero con moderación.

8.¿A qué juegos has jugado en el último mes?

Al Sjoelen.

9.¿Cuál ha sido tu peor sesión? ¿Por qué?

La de la mascara de cuero y las esposas, vaya sudada al final.

10.Dinos un menú para antes de una partida.

Solo animales que hayas matado con tus propias manos.

11.Las editoriales de rol...

 y el club Bilderberg controlan la economía mundial.

12.Un juego de mesa que debería de tener un juego de rol.

El Twister.

13.¿Cuántas partidas has jugando en los últimos dos meses?

Solo una, lleva dos meses.

14.Lista tus tres mejores juegos de rol de todos los tiempos.

1. El surgimiento del peronismo: el rol de los obreros y de los migrantes internos.

2.El rol de la comunicación familiar y del ajuste escolar en la salud mental del adolescente.

3.Territorio, conocimiento y competitividad de las empresas: el rol de las instituciones en el espacio global.

15.Describe una localización para un juego de rol que sea especial para ti.

Ambiciones, la finca de Jesulín.

16.¿Aventuras, libros de ambientación u otros suplementos?

Libros de auto-ayuda.

17.¿Cómo te preparas para cada sesión? ¿Tienes trucos? ¿Manías?

Corro la maratón de Nueva York.

18.¿Les pides deberes a tus jugadores entre partidas? Si es que sí, ¿cuáles?

Si, pero nunca despejan la X.

19.Un libro que debería de ser un juego de rol.

La maquina de follar, de C. Bukowski

20.¿Recuerdas aquel momento en el que se lió pardísima en una partida? ¿Qué pasó?

No, ya le dije al juez que no la recordaba.

21.Nunca podrás entender que jueguen a...

Sjoelen

22.¿Has jugado online? ¿Cómo ha sido la experiencia?

Buena, pero me fundí la tarjeta de crédito con la china aquella.

23.Te compraste aquel juego ¿porqué...?

porque creí que era una revista porno.

24.El libro rolero más raro que tienes.

D&D, no se que me dice de unos dados.

25.Una película que debería ser juego de rol.

El sol del membrillo.

26.Fuera de tu entorno rolero ¿eres...?

Domador de leones y excelso amante.

27.¿Qué juego de rol tienes en tu mesita?

Tentații, numărul unu în excitare.

28.¿Qué juego de rol vendiste?

Yo no lo vendí y además no llegaba al kilo.

29.¿Cuántos dados tienes?

Con los dados de las manos, con los dados de los pies, con la p* y los c* todos suman veintitrés.

30.Dime una pregunta para el próximo desafío.

¿Como es el universo?

lunes, 25 de agosto de 2014

Alfonso Enriquez, el gran rebelde.

Hijo bastardo de Enrique de Trastámara y Elvira Iñiguez "La Corita", dama de compañía de los Garcilaso de la Vega, nace en Asturias en 1355 mientras su padre reclutaba fuerzas para una de sus revueltas.

El reinado de Enrique II
Poco se sabe de su infancia hasta que el 13 de abril de 1367 se le localiza junto a su padre en la batalla de Nájera, donde presenció el descalabro de los suyos ante las tropas del Príncipe Negro. Como es bien sabido la derrota del Trastámara no supuso el fin de la guerra y en 1368 se encuentran, padre e hijo, asediando Toledo, donde Alfonso es nombrado por obra y gracia de su padre, señor de Noreña, titulo que don Enrique había heredado de Rodrigo Álvarez de las Asturias y que ahora transfería a su bastardo. Se habituaba el hijo de don Enrique a la guerra y en 1369 está junto a su padre en Montiel, donde todo acaba.
Nombrado caballero por su padre en Santiago de Compostela en 1372 y ascendido a la categoría de conde de Noreña y Gijón y de "La Puebla de Villaviciosa, e la de Colunga, con Cangas de Onís, e Cabranes, e Pongrin (Ponga) e Mariñán, e Parras(Parres) e Piloña, e Caso, e Haller, e las Pueblas de Grado, e de Pravia, e de Valdés, e de Salas, e de Luarca, con todos sus términos, e vasallos e fijos dalgo, e fueros, e con todas sus rentas, e pechos, e derechos, e con todas sus pertenencias, e con todo el señorío real e mero-mixto imperio...", este mismo año comienza a guerrear en Galicia contra los focos petristas que se mantenían rebeldes. Al año siguiente acompaña a su padre en la guerra contra Portugal, cuyo rey había recogido la antorcha del legitimismo petrista. Durante esta campaña toma y saquea Cascaes.
 Con la firma de la paz con Portugal se estipula que don Alfonso se casaría con una de las hijas del rey portugues, doña Isabel, a la sazón de ocho años, con lo que habría que esperar para realizar en el enlace. Alfonso, de 18 años se niega a casarse con la infanta portuguesa y huye a Francia desde Asturias. Desembarca en La Rochelle y busca el apoyo de Carlos V y del Papa Greorio XI, mientras en Castilla su padre le confisca todos sus bienes.
El rey de Francia, que estaba aliado con Castilla y había colaborado en la llegada al trono de Enrique II y no quería perder el apoyo de la marina castellana, aconseja a Alfonso que vuelva a Castilla y haga caso a su padre, pero el incipiente rebelde retrasa su regreso hasta 1376. Y es entonces cuando la que no se quiere casar es la infanta portuguesa, que se había enterado de que don Alfonso no la quería. Finalmente se celebra el matrimonio en Burgos en 1377, oficiado por el Arzobispo de Santiago, que pregunto por tres dos al conde de Noreña si quería casarse con la infanta portuguesa. Pero el conde permanecía en silencio. A la tercera vez que el arzobispo preguntó el rey don Enrique obligó a su hijo a contestar que sí. Pero todos los presentes tuvieron claro que había sido un "sí" forzado.
Se suele apuntar que uno de los motivos por los que el conde de Noreña pudiera no haber deseado ese matrimonio es por la ambición misma del conde, al cual, bastardo como él era, le parecía poco casarse con otra bastarda, por mucho que lo fuera del rey de Portugal, y apuntan esas mismas voces que don Alfonso albergaba la esperanza de casarse con la hija mayor y legitima del portugues. De ahí su negativa. Pero otras voces hablan del romance que don Alfonso mantenía con otra noble asturiana, doña Inés de Soto, del linaje de los Miranda. No es seguro que se conocieran ya en tan temprana fecha, pero si lo hicieran sería una buena (y romántica) explicación para la testarudez del conde en su casamiento.
El matrimonio no fue consumado, pero los cónyuges permanecieron juntos poco tiempo porque de nuevo la guerra, está vez contra Navarra, requirió de los servicios del joven pero experimentado guerrero.
Navia pertenecía a Pierre de Villaines, capitán francés de don Enrique, Ibias a Diego Fernández, Belmonte era un abadengo y Oviedo, Avilés, Lena y Llanes eran concejos independientes, no sujetos a ningún señor feudal.
A finales de 1379 la rápida campaña había concluido y lo mismo ocurrió con el rey don Enrique, que murió enfermo a finales de año.
 Don Alfonso tenía un nuevo señor, su hermanastro legitimo pero menor que subía al trono como Juan I. A éste don Alfonso no lo respetaba tanto como a su padre.
El reinado de Juan I
Para empezar, ya en 1380, el conde de Noreña se hace con las rentas del alfolí de Aviles, fuente de gran riqueza que controlaba prácticamente todo el tráfico de sal de casi todo el viejo reino de León. A continuación el conde hizo lo que no se atrevió en vida de su padre: solicitar la nulidad de su matrimonio con Isabel de Portugal, una humillación para la joven infanta, pero un peligro para las todavía tirantes relaciones con el reino vecino.
 El siguiente paso del conde fue intentar recaudar impuestos en tierras pertenecientes a al cabildo de la catedral. La reacción real fue inmediata y Juan I exigió al conde que se abstuviera de ello. El conde dio un paso atrás, pero solo para comenzar a conspirar con el Adelantado Mayor de Castilla contra el propio rey. Por suerte para el reino el propio hermano del Adelantado destapo la conjura. Alfonso Enriquez salió indemne, no así el adelantado que perdió cargo y libertad, pues acabo con sus huesos en la cárcel de Palencia.
 Las relaciones con Portugal se iban deteriorando a pasos agigantados. El rey de Castilla descubrió una conjura de los reyes de Portugal e Inglaterra para hacerse con su reino y se desplazó a Salamanca para prepararse para la guerra. Y es entonces cuando tiene conocimiento de que su hermano, desde Asturias, planea complotar con los enemigos del reino. A marchas forzadas el Juan I parte hacia Oviedo dispuesto a acabar con su hermano, pero don Alfonso no pierde el tiempo y solicita el perdón real antes de que la sangre llegue al río. En apenas dos años el conde de Noreña había sido descubierto en dos conjuras.
 El rey don Juan perdonó a su hermano y abandono Asturias de vuelta a la ralla con Portugal, pero no sin antes dejar aseguradas las Asturias de Oviedo, el formidable Gutierre de Toledo, obispo de Oviedo, será su hombre fuerte en la región y demostrará estar a la altura de las circunstancias. El rey ordena a todos "los concejos e iueces, e otros qualesquier oficiales de todas las villas, lugares e cotos..." que obedeciesen al obispo en todo lo que ordenase.
 Bloqueado en Asturias por el enérgico obispo don Alfonso buscó maneras más sutiles para subvertir el poder de su hermano. Solicitó unirse a la embajada que se dirigía a Portugal con el pretexto de intentar hacer las paces con el país vecino, pero cuando la susodicha misión le fue concedida no perdió el tiempo y apenas pasó a Portugal ofreció sus servicios a lusos e ingleses. Y no debió de ser muy disimulado porqué de nuevo el rey don Juan tuvo noticias de la nueva traición de su hermanastro. Por si fuera poco el Duque de Lancaster, Juan de Gante, desembarcaba en Galicia titulándose rey de Castilla.
 Sin embargo, ni los ingleses ni los portugueses quisieron saber nada del conspirador conde, que se vió abandonado por todos en Portugal, mientras en Asturias don Gutierre se hacía con el control de todas sus posesiones. Fracasado de nuevo su intento de conspiración, y ya era el tercero, de nuevo don Alfonso solicita el perdón real.
 Y se le concede.
Y apenas llega a Asturias don Alfonso comienza a abastecer sus castillos y casas fuertes, en claro desafió al monarca, su hermanastro. Llega incluso a intentar sabotear las paces que se estaban firmando con Portugal y que culminarían con la boda del rey don Juan con la infanta portuguesa Beatriz. Pero de nuevo el conde fracaso en sus burdos intentos de intrigar y el rey se dispone a doblegarlo por la fuerza. Se abastecen cuatro galeras para patrullar la costa asturiana y se ordena a las naves de Santander que apoyen en lo necesario la operación. Cuatro capitanes; Pedro Fernández de Velasco, Pedro Ruiz Sarmiento, Gonzalo Martinez de Guzman y Pedro Suarez de Quiñones, serán los encargados de hacer la guerra por tierra al conde, todos ellos estarán bajo las ordenes del obispo don Gutierre.
Es el verano de 1383.
 La resistencia fue dura, pero a finales de año todos los partidarios del conde habían sido reducidos. Especialmente violentos fueron los asedios del castillo de Tineo y del castillo de Vallado, en Cangas del Narcea, así mismo Arias Omaña luchó por el rey en la montaña Leonesa reduciendo a los partidarios del conde y matando a Rodrigo de Orda que era "mancebo muy valiente". De los Omaña ya hemos hablado en otro sitio.
 Derrotado en todos los frentes don Alfonso se refugio en la fortaleza de Gijón, villa con potentes murallas romanas que se encaramaba al cerro de Santa Catalina, pequeña península unida a tierra por un estrecho istmo que quedaba casi aislado con la marea alta. Junto al conde se refugiaban varios caballeros ingleses que quedaban en Castilla "de pasadas guerras". Esta vez el conde estaba dispuesto a todo y cuando el rey, a mediado de Julio, se acercó en persona a parlamentar lo recibió a ballestazos. Iniciándose entonces el asedio propiamente dicho.
 Pero los rebeldes se sabían cercados por tierra y mar. Y don Alfonso no debía de ser demasiado bien valorado, porqué apenas se iniciaron las hostilidades una parte de los sitiadores abrieron las puertas a los soldados del rey. El conde de Noreña, derrotado de nuevo, no tuvo más remedio que solicitar de nuevo el perdón real. Era la cuarta vez.
 Y está vez el rey perdona pero no olvida. Se concede el perdón a todos los vasallos del conde, excepto aquellos que habían defendido Tineo y Vallado, se concede Valencia de don Juan con título de condado a don Alfonso, pero se le retiran todas sus posesiones asturianas, que pasarán a la corona, excepto el condado de Noreña, que se entrega al obispo de Oviedo, en agradecimiento de sus buenos servicios. A su vez se ordenan batir muchas de las fortalezas asturianas, que solían ser usadas por los "nobles robadores" para saquear la tierra, siendo el caso más significativo el del castillo de Tudela de Oviedo, que había sido erigido por Alfonso III allá en el siglo X y en su dilatada historia había tanto protegido como amenazado a la ciudad. Por último el conde entregaría como rehenes a su hija Beatriz y a su esposa Isabel (si, la misma de antes, parece ser que no se llego a culminar la anulación y los cónyuges se habían reconciliado). Alejado de las montañosas tierras asturianas el conde rebelde ya no parecía ser un peligro.
 Pero las andanzas de don Alfonso estaban lejos de terminar. La muerte de Fernando I de Portugal desemboco en una crisis dinástica que tanto el rey de Castilla como su hermanastro quisieron aprovechar en beneficio propio. A los dos les salió mal la jugada. Don Alfonso quiso de nuevo, ahora desde Valencia de don Juan, conspirar con los portugueses, pero una vez más fue descubierto y en está ocasión fue enviado, cargado de cadenas, al alcázar de Toledo, se pasaría unos cuantos años en esta y otras prisiones. Al rey don Juan la cuestión portuguesa también le salió cara. La sangre de los castellanos se derramaría en abundancia en Aljubarrota poniendo fin a la guerra con Portugal, que escogía a la dinastía de Avis como nuevos monarcas. Lamiéndose las heridas don Juan volvió a Castilla solo para ver como el Duque de Lancaster desembarcaba de nuevo en Galicia dispuesto a arrebatarle la corona, ayudado ahora por los vengativos portugueses.
 Pero la invasión anglo-lusa fracaso y Juan de Gante se avino a negociar con Juan de Trastamara. Se acordó el matrimonio de Catalina de Lancaster, hija del Duque, con don Enrique de Trastamara, hijo del rey y ambos los dos recibirían el título de Príncipes de Asturias, vinculando se desde entonces todos los señoríos de la región al heredero de la corona. Si don Alfonso no se hubiera rebelado y sus tierras no hubiesen sido requisadas está solución no hubiera sido posible. Pero el conde había sido demasiado ambicioso y ahora su viejo solar asturiano, desde el que tantos y tantos se habían rebelado, quedaba bajo el control directo del heredero al trono. Estamos en 1388 y había nacido el Principado de Asturias.
 Apenas dos años después Juan I moría en una aparatosa caída de caballo.

El reinado de Enrique III
Don Enrique era todavía un niño cuando su padre muere en el desdichado accidente y como solía suceder en estos casos, la regencia del monarca desato una sorda lucha de poder entre diferentes facciones del reino. Era cuestión de tiempo que algunos de ellos acudieran al encerrado don Alfonso, que era el tío mayor del joven rey, para desequilibrar la balanza y en 1392, seis años después de haber sido encerrado, don Alfonso es puesto en libertad y sus posesiones en Asturias restituidas.
 Sin embargo, tras intensas negociaciones y diplomacias, las regencias del nuevo rey fueron poco satisfactorias para don Alfonso y sus parientes, los otros miembros de la casa de Trastamára, que se veían alejados del poder real, siendo sustituidos por las Cortes y por los linajes de segunda fila. Gentes ambiciosas y orgullosas como eran los Trastamára (el Duque de Benavente, el Conde de Trastamára, la reina Leonor de Navarra y el propio don Alfonso Enriquez) no iban a tardar en rebelarse, pero incapaces de organizarse minimamente y teniendo como único objetivo colmar su propia ambición, no tardarían en ser derrotados uno a uno por el joven rey, que ya en 1393 era declarado mayor de edad.
 A comienzos del año siguiente se reúnen los conjurados en las tierras de Lillo, al norte de León, a donde se dirige rápidamente el monarca con un ejercito de 2000 hombres. La decidida actitud del rey hace flaquear a los conjurados que no tardan en deponer su actitud y volver a la obediencia del rey. Todos menos uno. El viejo conde de Noreña.
 El rey se dispone a entrar en Asturias con gentes de armas para acabar de una vez por todas con el rebelde. Se dispone que una flota de naves cantabras parta hacía Asturias para poner sitio a Gijón, la más formidable fortaleza del conde. Al mismo tiempo Enrique III jura en la iglesia de Santa María de la Regla de León desposeer al conde de todos sus bienes.
Presto para la defensa el conde fortificó no solo Gijón, sino también el poderoso castillo de San Martín, en la desembocadura del Nalón, dejando a cargo de la defensa a un hijo bastardo suyo. Intentó hacerse con el control de Oviedo, que en un principio le abre las puertas de su alcazar, pero que al enterarse sus ciudadanos de las aviesas intenciones del conde de Noreña, no dudan en armarse en intentar acabar con él en el castillo de la ciudad. Don Alfonso logra salvarse y reunirse con los suyos extramuros, pero la capital del principado se escapa de sus manos.
 El cerco a Gijón fue el escenario principal de la lucha, cuyo punto destacado fue la quema por parte de los sitiadores de unas barcas que don Alfonso tenía amarradas al lado de la ciudadela. Los defensores intentaron evitar el golpe de mano, pero fue en vano, las barcas ardieron y el cerco, por mar y tierra se estrechaba sobre Gijón. Por cierto que se estrenaba en los hechos de armas el futuro corsario castellano Pero Niño.
 Pero el invierno se acercaba y un ejercito de 400 caballeros y 2000 escuderos y ballesteros era difícil de sostener en Asturias, donde la tierra "es muy fragosa" y don Enrique tenía miedo de quedar aislado de la meseta por el duro invierno asturiano, por lo que se recurrió de nuevo a la vía de la negociación. En esta ocasión las partes se concedieron un plazo de seis meses para que el rey de Francia dictara sentencia arbitral sobre el contencioso.
Juan Pablo Moratiel nos ofrece su visión del conde
 Alfonso Enriquez complotando con sus hombres.
 Pero se acaba el plazo y don Alfonso no aparece por Francia y cuando lo hace comienza a reclutar mercenarios y a intentar confundir a la corte francesa con mentiras flagrantes sobre su situación y el porqué se ha sublevado. El rey de Francia no llega a dictar sentencia pero recomienda a don Alfonso que se vuelva a la obediencia real y de paso prohíbe a los suyos alistarse a las ordenes del conde. Pero eso no detuvo al conde en su búsqueda de aliados pues parece que apareció por tierras de Bayona, que pertenecían a los ingleses y recluto para su socorro al por entonces famoso pirata Harry Pay de Poole, al que ofreció refugio en Gijón para que sus naves saquearan a placer el litoral gallego.
Mientras tanto en Castilla el rey Enrique había puesto sobre aviso al Adelantado Mayor de León Pedro Suarez de Quiñones para que se tomaran las medidas necesarias para mantener la tierra de Asturias, mientras él se acercaba desde Alcalá de Henares. Cuando el rey llega a León y tiene noticias de lo acontecido en Francia se dispone a poner sitio de forma definitiva a Gijón.
Don Alfonso ya estaba de vuelta en Gijón para cuando comenzó el asedio de 1395, pero las fuerzas en su contra eran tan formidables y el cerco tan estrecho, que decidió volver a Bayona para buscar más ayuda de los ingleses dejando al cargo de la defensa a su mujer Isabel de Portugal, aquella niña con la que no había querido casarse años atrás. La portuguesa, que era "mujer muy varonil" y contaba con caballeros muy valerosos, defendió ferozmente la ciudadela, que estaba siendo sometida a un intenso fuego de artillería, pues parece que no menos de 70 carros tirados por bueyes habían transportado una importante cantidad de bombardas al sitio. Volvió a destacar en la lucha Pero Niño, que quemó el palenque que defendía la torre de Villaviciosa. Algunos dicen que ese palenque había sido levantado por "Arrypay" para defender sus naves.
En los meses de Julio-Agosto, se fue desarrollando una lucha violentisima entre las partidarios del conde y los del rey, pero la lucha llego a su fin cuando los sitiadores instalaron frente a las puertas la conocida como "bombarda de Gijón", un artilugio tan grande y aterrador que los defensores saltaron de sus adarves nada más verla. La visión del ingenio y la perdida de esperanza de un rescate por parte de don Alfonso forzaron a la condesa Isabel a entregar la plaza. Gijón se rendía al rey después de un duro asedio.
 Harry Pay de Poole pudo huir del sitio y parece ser que incendió parte de la villa de la que escapaba, tal vez para cubrirse las espaldas y sembrar un poco de confusión. El resultado no le debió parecer mal al rey Enrique III que decidió demoler la ciudad rebelde por completo, excepción hecha de la iglesia de Santa Catalina, quedando convertido en un despoblado la villa que tantas veces había sido sitiada por los ejércitos reales. Pasaría un siglo entero hasta que se volviera a ocupar el lugar.
 ¿Y don Alfonso? El padre Carvallo dice que vivió "desterrado de estos reinos" por el resto de sus días. Se dice que el rey Enrique III mando a un tal Pedro Gonzalez de Agüero, caballero cántabro, a prender y matar al conde, quién todavía se encontraba en Bayona. Don Pedro capturó en San Juan de Luz a don Alfonso, pero recibió contra orden del rey de liberar al viejo rebelde. El cántabro así lo hizo y volvió a tierras de Castilla.
 Y esa es la última vez que se oye hablar del conde de Noreña. Más adelante su mujer vuelve a aparecer por tierras de Portugal, donde ya parece que es viuda, y uno de sus hijos, posiblemente el bastardo Fernando que defendió el castillo de San Martín solicitó el perdón papal para poder ingresar como presbítero en un monasterio de Palencia. En Portugal los descendientes del conde darían lugar a la casa de Noronha.
Ideas de Aventuras:

  • Los hombres del conde de Noreña han estado recaudando impuesto por las tierras de Siero. Una pequeña y pobre aldea prevenida de que los planes del malvado conde ha reunido un pequeña cantidad de dinero con la que pretende reclutar a siete mercenarios para que la defiendan del noble-bandido. ¿Aceptarán los personajes trabajar por tan poco dinero para salvar a unos miseros campesinos?
  • En las ruinas del castillo de Tudela, mandado derribar por Juan I durante una de las revueltas del conde, dicen que se ocultan un gran tesoro en unas galerías subterráneas que comunicaban el castillo con el río Nalón. El conde de Noreña ha oído hablar de ese tesoro y ha contratado a los personajes para que lo recuperen lo más rápidamente posible. Lo que nadie sabe es que las galerías bajo el castillo han sido cavadas hace cientos de años por los misteriosos mouros, los cuales no están dispuestos a que nadie les robe su tesoro.

Post scriptum: Alfonso Enriquez fue un hombre ambicioso que fracasó en todas sus sublevaciones para ser perdonado una y otra vez por los sucesivos reyes Trastamára. No deja de ser un triste emulo de su padre, bastardo como él, que también se sublevo varias veces contra el rey legítimo, pero que, al contrario que el conde, triunfó en su última batalla y logró hacerse con la corona. Don Alfonso no pudo o no supo conseguir los mismos éxitos que su padre, lo que lo convierte de alguna manera en un personaje un tanto tragicomico, casi un villano de opereta, que no deja de sublevarse y rebelarse para terminar, invariablemente fracasando. Casi como si fuera un villano al estilo "Pierre Nodoyuna".
 Lo cierto es que sus acciones tuvieron un efecto transcendental en el reino de Castilla, pues contribuyo, a su pesar, a la creación del Principado de Asturias, al fortalecimiento de las Cortes y al afianzamiento de la corona. Todo ello a base de fracasar, claro.
 En Asturias sus acciones trastocaron por completo el panorama. No solo el Principado colocaba bajo jurisdicción del heredero de la corona unas tierras que no habían hecho más que dar quebraderos de cabeza a los distintos reyes en los últimos cincuenta años, sino que desde entonces el obispo de Oviedo sería también conde de Noreña y, lo que fue muy importante para el s.XV asturiano, se afianzó el dominio en Asturias de una nueva casa noble; los Quiñones leoneses, quienes dominarían la región con puño de hierro hasta el reinado de los Reyes Católicos.
He tenido que simplificar un tanto la última parte de la vida del conde. Su último levantamiento se enmarca en un contexto más amplio de rebelión de la alta nobleza en defensa de sus intereses frente a las Cortes, la Corona y los linajes de segunda fila, que estuvo condenado al fracaso por la propia impericia de los sublevados. Entrar en detalles me pareció demasiado farragoso.
Respecto a Harry Pay de Poole, pirata inglés de la época, las versiones son contradictorias. En unas se dice que era amante de Isabel de Portugal, la esposa del conde, en otras que fue contratado por don Alfonso, en otras que prende fuego a Gijón después del sitio, es decir, como si Gijón no hubiese sido destruido por orden del rey Enrique "el Doliente". He escogido un poco de cada una y me he quedado con una visión en la que "Arrypay" pudo haberse enfrentado a Pero Niño y escapo de Gijón prendiendo fuego a la villa. Si era amante o no de doña Isabel queda a gusto de cada uno.
Y eso es todo sobre el conde don Alfonso Enriquez, gran rebelde, mal conspirador y buen villano para quién lo quiera usar en sus historias.

Bibliografía: "Historia dibujada de Asturias"  Texto y guión de Carlos María de Luis, dibujos de Adolfo García, "El conde don Alfonso" de Juan Uría Maqua,  "Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias" del Padre Carvallo y www.gespacho.com/TodoASTURIAS/Concejos/GijonSXIV.html.  

viernes, 30 de mayo de 2014

La última mora, su fin y sus cosas.

Es por todos bien sabido que tras la catástrofe de las tropas de Al-Qama en Covadonga, los hombres del gobernador Munuza, afincados en Gijón, tuvieron a bien intentar escapar de nuestra angosta región para salvar sus valiosas vidas. El problema es que los astures no estaban muy por la labor de dejarles escapar y decidieron emboscarlos y asesinar a todos y cada uno de ellos.
Parece ser que la matanza fue de tales proporciones que en un momento determinado, en las cercanías del pueblo de Mieldes, en Cangas del Narcea, acorralaron los guerreros astures a los últimos moros que quedaban a este lado de los montes cantábricos, dando muerte sin piedad a todos ellos. Y ellas. Porque parece que en este último grupo de moros que intentaban escapar se encontraba la que en ese momento, muy a su pesar, era la última mora de Asturias, la cual, rogando por su vida, prometió a sus perseguidores grandes cantidades de oro, como no se habían visto nunca antes en la tierra, si la dejaban vivir. Pero no era tiempo de perdones y la desdichada mora fue asesinada allí mismo, en un lugar que a día de hoy se llama Campu la Matancia, en referencia a los horrendos hechos acaecidos tanto tiempo atrás. 
 Hasta aquí la historia no llama demasiado la atención, ni siquiera cuando uno se entera que la mora aparte de ser muy hermosa y muy rica, tenía unos pechos gigantescos, tan grandes que se los echaba al hombro cuando corría intentando escapar de sus asesinos. 
Pero cuando uno recuerda que en Mieldes hay unos vecinos un tanto especiales, cuando descubre que en toda Europa existen leyendas de criaturas femeninas que tienen grandes pechos y que se ven en la necesidad de echárselos al hombro, que los que consiguen mamar de esos pechos, acercándose sin ser vistos por la espalda de la criatura, son adoptados por las pechugonas mujeres y se convierten en herederos de sus más que abundantes bienes, que esos bienes abundantes son capaces de dejar Asturias rica, es posible, solo posible, que uno empiece a sospechar que aquí algo más de lo que nos cuentan.
Y es que en realidad no cuentan mucho más aparte de lo ya expuesto, pero eso, por suerte para nosotros deja mucho espacio para la imaginación y la elucubración. A mi me da la sensación que la mora en cuestión no era de la morería, sino más bien de los mouros o de los gentiles, es decir, de esas criaturas que viven bajo tierra, que guardan grandes riquezas y que estaban aquí mucho antes de la llegada de los humanos. Incluso se me ocurre que la matanza que dio nombre al lugar no fue una matanza que los astures (o visigodos, vaya) perpetraron contra los moros, sino una matanza que los hombres hicieron de las criaturas del "Otro lado"...
Pero son solo leyendas y ya no hay manera de saber que es lo que cuentan realmente.
Pucherinos a ferrer ya muyeres y homes a comer.
Ideas de aventuras:
  • A punto de anochecer en medio de las montañas del sur-occidente, cuando los personajes oyen los gritos desesperados de una mujer. Acuden presurosos y descubren que un grupo de rusticones está a punto de abalanzarse, con aviesas intenciones, sobre una mujer que, salta a la vista, a parte de ser muy hermosa, tiene unos pechos descomunales. Los personajes acuden en ayuda de la dama pero, cuando todo parecía bajo control, los rusticones empiezan a cambiar de forma. Son los l.lobos-meigos de Mieldes, y los personajes se han interpuesto entre ellos y su presa.
  • Ni l.lobos-meigos, ni astures, ni don Pelayo, el Campu la Matancia habla de una de las salvajadas que la Fraternitas Vera Lucis hizo con una grupo de indefensos seres del Otro Lado. Pero a parte de sanguinarios los FV eran un poco chapuceros y no finiquitaron bien el asunto. Ahora una "mora" de grandes pechos y mucho oro enterrado busca venganza y acaba de encontrar a un grupo de aguerridos aventureros que la van a ayudar.


Bibliografía: Toda esta entrada se basa en un articulo publicado en: 
 Revista Asturies; Memoria encesa d'un pais. Nº33. La muyer xabaz qu' echa les manielles al costín: Una lleenda asturiana y los sos pareyos universales. Jesús Suárez López.
 En el articulo, muy interesante, se compara la "mora de las mamiellas" (no se como llamarla) con otras criaturas fantásticas de España y Europa, no lo he reproducido aquí porque pienso que es mejor leerse el articulo original si a alguien le pica la curiosidad.

jueves, 22 de mayo de 2014

El desdichado destino de Gonzalo Martinez de Oviedo.

Hijo de Nuño Perez de Caso, Despensero Mayor de don Alfonso Onceno y dos veces nombrado Maestre de Alcántara, una en Cáceres y otra en el convento de Alcántara, seguramente para subsanar algunas irregularidades de la primera. Tuvo lugar esta última ceremonia a finales de Mayo de 1337.
 Este doble nombramiento vino a cuento de que el primero no se había hecho con las adecuadas garantías, habiéndose producido tras la renuncia "voluntaria" del anterior Maestre don Ruy Pérez. Sin embargo, excepcionalmente, teniendo en cuenta la turbulenta época en la que estamos, el antiguo Maestre se avino a razones y se declaró que el nombramiento de Gonzalo Martinez era ajustado a las reglas de la orden y que, además, en los ocho meses que llevaba en el cargo había gastado diez mil libras en reparos y construcciones de fortalezas de la orden, dando cuenta de esta manera que era un hombre activo y dispuesto a trabajar por el bien de la misma. Se le confirmaron ademas al cesado maestre ciertos privilegios para contentarle, mirando, eso si, que no se le entregara ningún castillo desde el que se pudiera sublevar.
Aclarado todo esto se dirigió con freires y clérigos a la villa de Cáceres, donde el rey Alfonso le entrego el pendón de la orden, según era tradición, y don Gonzalo le rindió pleito homenaje al rey, al que inmediatamente siguió camino de Badajoz para meterse de lleno en un asunto más peliagudo: la guerra con Portugal.
Esta guerra había sido resultado de un complot entre el rey de Portugal y el tío del rey, el famoso infante don Juan Manuel (si, el de "El conde Lucanor"), y tuvo entretenidos durante un año a los ejércitos de Castilla, y con ellos al rey y al maestre de Alcántara, hasta que en 1338, gracias a la intervención papal se arreglaron las cosas entre ambos reinos.
Y es que por esa época surgía una nueva amenaza para los reinos cristianos de la península. El hijo del rey de Marruecos, conocido entre los castellanos como Abomelique, se titulaba rey de Algeciras y Ronda, y había pasado a la península en espera de qué su padre hiciese lo propio. Se iba a librar una gran guerra en el estrecho y don Alfonso lo sabía.
 Necesitado como estaba de dineros, subió el rey a Madrid para conseguirlos y dejó al cargo de la guerra a don Gonzalo Martínez, nuestro protagonista, tal era la confianza que en él tenía el rey, que ordenó a sus vasallos que obedecieran al Maestre como sí fuese su real persona.
Con tanta responsabilidad sobre sus hombros no tardó el Maestre en mostrarse merecedor de ella poniéndose de inmediato a la cabeza de un ejército que desde Córdoba pensaba adentrar en tierras de moros, pero tuvo noticia de que el infante moro Abomelique había lanzado un ataque cerca de Jerez, pues los moros, cerrado como están. El estrecho a sus barcos, tenían necesidad de hacerse con suministros, y se habían ya apoderado de varias vacas y granos. Rápidamente logró el Maestre darles caza y desbaratarles en una sangrienta batalla, en la que la valentía y coraje de los cristianos pudo más que el mayor número de sarracenos.
Pero Abomelique no estaba entre los caídos, y pronto llego a oídos del Maestre, que el infante de los moros se encontraba muy cerca del río Patute, en la Vega de Pagana, y sin dilación se pusieron los cristianos en camino para impedirle el paso.
Llegaron cuando era noche cerrada y se veían las hogueras del campamento moro, pero mientras el Maestre discutía con otros gentil hombres si debían o no lanzarse de inmediato a la batalla o esperar al amanecer, un grupo de peones cristianos se subieron a las colinas circundantes y comenzaron a gritar "Santiago, Santiago", alertando a los moros de sus presencia. Curiosamente, los moros estaban tan seguros de su fuerza y su número, que pensaron que los que gritaban no eran otros, sino los que ya habían sido desbaratados por los cristianos, cosa que ellos no sabían, y que les gritaban en tono de burla. Es por eso que tan sólo quinientos de los moros decidieron armarse, pues los demás pensaban que no había peligro.
Al despuntar el alba se pusieron los cristianos al ataque y entraron con fuerza en el real de Abomelique, el cual vio perdido su caballo y su ejército, e intentó huir por piernas, pero como era persona tan principal y poco acostumbrada a usarlas, no fue capaz de huir y unos jinetes cristianos lo alancearon cuando trataba de hacerse el muerto. Manera muy ignominiosa de morir para alguien tan principal,  sin duda alguna. Dicen las crónicas que más de diez mil moros quedaron ese día sobre el campo. Una gran victoria para el Maestre de Alcántara.
Que justo después caía en desgracia.
 Y es que el buen Maestre había contrariado a la mujer detrás del trono, la amante del rey Leonor de Guzmán que era la madre de una buena cantidad de hijos del rey (los que luego serían llamados los Trastámara) y que pretendía que su hermano Mendez de Guzmán fuera nombrado Maestre de la Orden de Santiago. Y algo, no se sabe que, había dicho contra este hecho don Gonzalo Martinez que no le había gustado en absoluto a la amante real, a la cual no se le ocurrió nada mejor que quitar de en medio al Maestre, no ya despojádonle de sus títulos y prebendas, sino quitándole también la vida. Para ello recurrió a la ayuda de otros cortesanos que por algún motivo desconocido se había malquistado con el Maestre de Alcantara. Así que entre todos hablaron al rey, que se encontraba en Madrid reuniendo fondos para la guerra con el moro, y vertieron veneno en su oído diciendo que el Maestre había dicho cosas muy malas sobre doña Leonor, y que la pobre y desdichada amante real se encontraba muy dolida por ello.
 Furioso, el rey mando llamar a su presencia a don Gonzalo, el cual cuando leyó la carta real intuyó que algo muy malo estaba sucediendo a sus espaldas y, en lugar de acudir al llamamiento del rey, temiendo por su vida, huyo a refugiarse a los castillos de la Orden cercanos a la frontera con Portugal. 
 Este movimiento no hizo sino aumentar la cólera del rey, que volvió a enviar otra carta, esta con buenos modos, pidiendo al Maestre, de nuevo, que acudiera a su presencia en la villa de Madrid, pero don Gonzalo juzgo conveniente refugiarse en el castillo de Valencia de Alcántara, uno de los castillos de la Orden, y mando un emisario a Portugal para solicitar asilo.
 Sabido esto, el rey montó en cólera y se puso a la cabeza de sus tropas  para sacar al desgraciado Maestre de su escondrijo, no tardando mucho en llegar al castillo de Valencia donde se hallaba este refugiado con unos pocos fieles, pues la mayoría le había abandonado al saber que el mismo rey se lanzaba contra él. Encerrado en la torre mayor del castillo, hizo el maestre colgar en lo alto de la misma todas las enseñas y pendones que había capturado a los moros de Marruecos, quizá con la esperanza de que al verlos el rey recordara cuanto bien había hecho el Maestre a su causa, pero entre los seguidores del rey había muchos que querían mal al Maestre y le habían acusado de querer rendir las tierras a los moros y de querer entrar en el reino con el ejercito de Portugal (cuyo rey, por cierto, había denegado ya su ayuda al Maestre), y el rey no tuvo oídos a los ruegos de don Gonzalo, que se negó entonces a rendir la fortaleza, dando comienzo el asedio.
Pero la estrella de don Gonzalo ya se había apagado. Algunos de los caballeros que defendían las torres del castillo razonaron que la fuerza del ejercito real era demasiada y que poca gloria habría en hacerse matar por un Maestre que ya había sido depuesto de su rango. Decidieron abrir las puertas del castillo y dejar entrar al ejercito real. Con todo perdido el ya depuesto Maestre se entrego al rey y con los ojos inundados por las lagrimas le rogó por su vida, pero don Alfonso no estaba por la labor y delego en Alonso Fernández de Coronel para que hiciese justicia. Y como el tal Alonso era enemigo declarado de don Gonzalo, no tardó mucho en hacerlo degollar por traidor, confiscando todos sus bienes. 
 El finado Maestre había gobernado la orden por tres años, había mandado edificar la casa del Convento de San Francisco de Oviedo y también comenzó a fabricar su iglesia. Por estos motivos fue enterrado en este monasterio del que era benefactor, como muchos otros nobles asturianos. Fue restituido de su honra en tiempos de Pedro I, cuando la misma que lo había mandado degollar, doña Leonor de Guzmán, fue a su vez degollada por orden del rey, encontrando algunos cierta justicia divina en el hecho. Como había sido guerrero antes que freire, don Gonzalo dejó un hijo legítimo, un tal don Rodrigo Gonzalez de Oviedo, que puede que tuviera alguna relación con Diego Gonzalez de Oviedo, quien veinte años después negaría la entrada en la ciudad a don Enrique de Trastámara. Pero esto es pura elucubración del que escribe.  
Ideas de Aventuras: 

  • Los personajes son miembros de la corte de don Alfonso XI, conocen bien al Maestre de Acantara, pues ha luchado junto a él en varias ocasiones cerca de la frontera. Mientras acompañan a su señor a la villa de Madrid descubren un pérfido complot para acabar con el buen Maestre ¿tratarán de ayudar al Maestre a desenmascara a los conjurados?¿o se pasaran al bando ganador y ayudarán a traicionar a don Gonzalo?
  • Los personajes han caído prisioneros de las fuerzas de Abomelique mientras estas se adentran en tierras de Sevilla. Los personajes sabe que si nadie pone sobre aviso a los hombres de don Gonzalo, los moros llegarán sin oposición a la ciudad del Guadalquivir. De repente uno de los guardias moros se queda dormido... sí alguno de los Pj's lograra hacerse con su gumia...
Bibliografía: "Crónica de la Orden de Alcantara" por Alonso Torres y Tapia y "Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias" de Luis Alfonso de Carvallo.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Una historia asturiana de fantasmas (o no)

En una ocasión una pastora vaqueira de los valles que rodean el río Esva tuvo a bien entretenerme con el relato de un fecho que, según me contaba, le había acontecido a ella misma en su tierna infancia.
Lo de tierna es un decir, porque a los fíos de los vaqueiros de Silvamayor la infancia no les reservaba más que trabajos y penurias, incluyendo alguna que otra paliza por extraviar una cabra o, como en su caso, por deslomarla de una pedrada para evitar que escapase (tranquilícense vuestras mercedes, la cabra sobrevivió y nuestra protagonista libró de la paliza).
Había ya entrado en la tierra de Tineo el vicio del tabaco, y el padre de nuestra vaqueirina, la cu
al no tendría más de diez años, no se le ocurrió otra cosa que mandar a la neña a buscar tabaco a la única tienda disponible en varias leguas a la redonda.
Fantasmagórica ilustración de Juan Pablo Moratiel
 Pero hagamos un alto, tengo que hablar primero de Silvamayor y sus circunstancias, para que vuestras mercedes entiendan mejor la penuria que acarreaba el encargo. Silvamayor es una braña, es decir, uno de esos lugares que tienen a bien ser descritos como pastos de verano para los trashumantes vaqueiros, que pasan el verano en un sitio y el invierno en otro, siguiendo siempre las necesidades del ganado vacuno que cuidan. Silvamayor está considerada la braña más grande de Asturias, pero eso no es decir mucho, no piensen en más del centenar de habitantes, todos ellos dispersos en sus también dispersas casas, pues las brañas no se caracterizan por juntar a sus habitantes en el mismo lugar. Piensen en prados empinados, casas pequeñas separadas unas de otras que se sostienen al borde de los susodichos prados, caminos embarrados, bosques de robles, castaños y abedules que pueden llegar a ser muy frondosos (no en vano Silvamayor podría significar Bosque Grande) y una oscuridad total, mitigada solo por el brillo de las estrellas y la luna (a veces ni eso si está nublado, que es a menudo) cuando cae la noche.
Bien. Esto era Silvamayor. 
Seguro que vuestras mercedes han deducido ya que la tienda en la que se vendía el tabaco, que era tienda, taberna y de todo, como es lógico, no se encontraba precisamente cerca del Remolín, que era la casa de nuestra protagonista. No lo estaba y por si fuera poco estaba al otro lado del bosque. Eso si, por lo menos había un camino.
 La neña, que no tenía ganas de que le cayera otra somanta de palos, no tuvo más remedio que ir a por el tabaco pese a lo tardío de la hora, y después de mucho caminar pudo hacerse con el preciado bien y tomar el camino de vuelta a casa.
Y aquí empezaron sus problemas. 
 A medida que se adentraba en el bosque que atravesaba el camino, ya en noche cerrada, empezó a oír un repetitivo crujir de ramas. Un hombre de ciudad como yo mismo y muchos de vuestras mercedes no reconocería un sonido producido en el bosque en la oscuridad, pero una feraz habitante de las brañas como ella si. Era el sonido de una bruesa, un pequeño hacha usado para cortar leña, el que se dejaba oír entre las tinieblas. 
La neña aguzó la vista intentando distinguir una lumbre entre la oscuridad, algún indicio de la procedencia del sonido, pero nada, solamente oscuridad y el monótono repiqueteo: tap, tap, tap.
La neña empezó a asustarse.
Conocía de sobra los montes que atravesaba, no era la primera vez que iba y venía a por tabaco, y sabía de sobra que una vecina de los alrededores tenía una bruesa y solía cortar leña en esos bosques. Lo que no era lógico era que lo hiciera por la noche, cuando no se ve nada y uno no sabe que se puede encontrar en la espesura. Pese a todo la neña preguntó en voz alta: "¿Maruxa, yes tú?" 
Pero tan solo se oía: tap, tap, tap.
Asustada la neña echo a correr y no paro hasta llegar al Remolín, donde su madre, al verla tan pálida le preguntó que le había pasado, la neña contó lo sucedido a su madre, quien como buena madre la reconforto con sus abrazos. 
Como no había nada que hacer cuando se hacía de noche fueronse todos a dormir en la única cama que había.
Y durmieron.
Hasta que alguien picó a la puerta. 
Imaginense vuestras mercedes el susto que nuestros vaqueiros se llevaron al oír picar a su puerta a esas horas de la noche. Miraronse asustados y se decidieron a abrir la puerta. Era un vecino. Venía a decirles que Maruxa, la señorina que tenía una bruesa y solía cortar leña en el bosque había muerto esa noche.
Post scriptum: esto que acaban de leer me lo refirieron a mi hace casi veinte años en una vieja casa de Oviedo en una noche de tormenta. La vaqueirina de la historia no es otra que mi abuela (güelita) que respondía al nombre de Aurelia Cano Iglesias y que me contó la historia poco más o menos igual que la he contado yo aquí. Claro que ella se conocía los nombres de los sitios; de la tienda, del bosque, de la anciana, y yo solo me acuerdo del nombre de su casa; El Remolín. Al acabar la historia, muy tranquilamente, mi abuela me explicaba que ella no sabía si lo que había oído eran fantasmas, animales hozando o lo que fuera. Me contó lo que le pasó y ya. Lo que no sirvió de nada porque yo me quede igual de asustado que estaba.
Este tipo de augurios de muerte son muy habituales en los mitos asturianos adquiriendo formas variopintas y diversas a lo largo de toda la región, como es el Carru de la Muerte, el Tamboriteiru o el propio Güercu que refería en una de las primeras entradas del blog y cuya protagonista era la hermana de mi abuela Aurelia, (vaya familia...), pero este otro me lo contaron mucho más adelante y en un día soleado, con lo que no fue tan impresionante. A falta de saber si fueron fantasmas, güercos, poltergeist o cualquier otra cosa, solo me queda espera que hayáis disfrutado de la historia tanto como yo en su momento.
Post scriptum II: hay otra cosas en relación a mi abuela y sus cuentos que me llamó la atención en su momento y que creo que la puedo contar aquí sin que desentone. En otra ocasión, mientras medio en broma, medio en serio me reñía por no ser buen cristiano (literalmente; "porque en esa casa estáis todos endemoniaos") ante mi pregunta de por que creía en Dios me respondió: ¿Y si no hay Dios como no se sale el mar de su sitio? Y ahí quedo la cosa.
La cuestión es que años después leyéndome el libro de Cristobo de Milio Carrín, "La creación del mundo y otros mitos asturianos", me encontré con que una de las funciones que tradicionalmente se daban a los dioses paganos era mantener el mundo dentro de su orden, entre otras cosas evitando que el mar se desbordara. 
Con esto no quiero decir que mi abuela fuese una adoradora pagana, ni que los vaqueiros mantuvieran facetas de cultos pre-cristianos en sus creencias, solo que me llamo la atención la similitud entre lo que ponía el libro y lo que me había dicho mi abuela.
Por otro lado, aunque en la historia digo que los ruidos se oían de noche cerrada, creo que en el relato de mi abuela todo sucedía al anochecer, es decir uno de esos momentos que no es ni de noche ni de día y en los que los celtas desconfiaban pues consideraban que se hallaban en la encrucijada entre dos mundos y que eran idóneos para que ocurrieran hechos sobrenaturales. De nuevo supongo que nos encontramos ante una casualidad. ¿Quién sabe?
Ideas de Aventuras: uno de los personajes atraviesa el bosque al anochecer cuando comienza a oír el tintinear de una armadura entre la floresta, tal vez se prepare para una emboscada o tal vez huya, da igual, no ocurre nada, solo se oye ese ruido. Por fin se reúne con el resto del grupo cuando uno de ellos, que viste armadura, pasa a su lado y el Pj del principio oye exactamente el mismo tintineo. Tirada de IRR y¡zas! se da cuenta que acaba de presenciar un augurio de muerte sobre su compinche. ¿Y ahora que?

lunes, 10 de marzo de 2014

Fernando Álvarez, el malvado obispo.

Fernando Álvarez de las Asturias, obispo de Oviedo entre 1302 y 1323.
Posiblemente el hecho más famoso de este obispo del medioevo asturiano sea que comenzó la construcción de la catedral gótica de Oviedo, encargando las obras de reforma del claustro para sustituir el antiguo de carácter románico, que era bajo y pobre y en poca consonancia con una sede episcopal que había ganado gran renombre en toda Europa gracias a las peregrinaciones que se hacían para contemplar sus reliquias.

Otro hecho por el que puede ser conocido el obispo es su parentesco con Rodrigo Álvarez de las Asturias, el gran magnate del momento en la región, eran primos, por lo tanto el obispo era miembro de la, en aquel momento, muy poderosa Casa de Noreña. Sin embargo el obispo se dedico siempre a engrandecer más a la catedral de Oviedo que a su propia Casa. Evidentemente era consciente que la estrella del momento era su primo don Rodrigo y el obispo quería brillar con luz propia. Por cierto que también era hermano de la abadesa de Santa María de la Vega, el monasterio de monjas benedictinas que ocupaba una vega muy arbolada situada a la vera del camino real que venía del oriente astur.

La vieja catedral de Oviedo según Juan Pablo Moratiel
Pero sigamos con el obispo.

Don Fernando Álvarez tuvo a bien terminar con un pleito que su antecesor había comenzado con el Alcalde Real Alfonso Nicolás. Éste había encarcelado y humillado al anterior obispo de Oviedo, Fernando Alfonso Pelaez, allá por el año 1294. En realidad el momento del encarcelamiento y la humillación eran anteriores a la elevación de don Fernando a la dignidad de Obispo, pero tanto da. El prelado no lo había olvidado cuando apenas un año después alcanzó el cargo y ordenó excomulgar al alcalde del rey. Alfonso Nicolás apeló a la santa sede e incluso el rey Fernando IV pidió que se levantará la excomunión, pero el humillado obispo no cejó en su empeño y todo el asunto no se resolvió hasta 1306, cuando siendo ya obispo nuestro Fernando Álvarez, el viejo alcalde real accedió a cumplir una penitencia, a saber: caminar semidesnudo, con una soga al cuello que le ataba a otros excomulgados por el obispo desde la calle de la Rua hasta la misma catedral. Además debía don Alfonso Nicolas pagar 900 sueldos y entregar a la catedral la casa de la Rua, en cuya torre había estado encerrado el dean. El alcalde cumplió, pero no todo, sus descendientes todavía habitaban la casa de la Rua y mantuvieron pleito al respecto con el cabildo. 

Otro hecho notable por el que podría ser recordado el obispo es la milagrosa curación de una perlesía del arcediano de la catedral, don Rodrigo Gutierrez, el cual perdió el hablar y "se le torció el gesto con mucha fealdad", pero gracias a la intervención de los santos San Eulogio y Santa Lucrecia, se recuperó milagrosamente de la perlesía. El obispo, en agradecimiento, mando construir una arca de plata en la que depositar los restos de los santos martires, que hasta entonces habían estado guardados en una más simple arca de madera. Por cierto que entre tanto mover de arcas de aquí para allá se tuvo a bien abrir unas arcas que habían sido depositadas allí por el anterior obispo, el de la excomunión, y se encontró en ellas gran cantidad de joyas y metales preciosos, nada menos que hasta quince quilos. Y es que el buen don Fernando Alfonso era una gran coleccionista de joyas, que las había guardado a buen recaudo en la Cámara Santa de la Catedral. Su sucesor en el cargo, nuestro Fernando Álvarez decidió que las joyas se las quedaba él, posiblemente quería empezar una nueva colección por si mismo. 

Sin embargo, si por algo merece ser recordado el obispo don Fernando Álvarez, de la Casa de Noreña, primo de don Rodrigo Álvarez de las Asturias, es por haber cobijado y protegido al más sanguinario de los bandidos que asolaron las tierras centrales de Asturias en la baja edad media. Me estoy refiriendo al ya nombrado don Gonzalo Peláez de Coalla.

En efecto, el buen obispo estuvo muy implicado en las luchas internas que en ese momento sacudían a la ciudad de Oviedo y que enfrentaban por un lado al regimiento de la ciudad y por el otro al cabildo catedralicio, junto con los monasterios de San Vicente y San Pelayo. 
Pongámonos un poco en antecedentes.

Oviedo en su origen había sido fundada como sede regía por Alfonso II alrededor del monasterio de San Vicente que pocos años antes había fundado Máximo y Fromestano. Cuando al morir Alfonso III en 910 se traslada la corte a Leon, en Oviedo se queda tan solo el obispo como fuente de poder, hay que tener en cuenta que muy posiblemente en estos años Oviedo se circunscribiría a la catedral, sus dependencias y los monasterios de San Vicente y San Pelayo y los edificios anexos que servirían para dar servicio a los tres centros religiosos. Es decir, Oviedo era prácticamente una gran iglesia amurallada. Esta situación se mantuvo así durante un par de siglos, hasta que en el s. XII comienzan a afluir a la ciudad una gran cantidad de peregrinos, lo que da origen a un autentico desarrollo urbano de la vieja capital astur, Alfonso VII en 1145 confirma el fuero que había sido otorgado a la ciudad por su antecesor Alfonso VI. 

Y hay empezaron los problemas.

Transcurridos los años, la parte no eclesiástica de la ciudad comenzó a obtener más y más poder e influencia, hasta poder hablar de tú a tú con el cabildo. Ésto unido a la decadencia eclesiástica generalizada de la que es testigo la baja edad media nos da una imagen de un cabildo catedralicio que ya no es lo que era y que, pese a todo su inmenso poder (poseía nada menos que un tercio de toda la región), ve como este se le escapa de las manos siendo recogido por el estamento burgués y secular. Toda una afrenta. 

 En 1310 se encuentra nuestro obispo en Salamanca, reuniéndose con su iguales y acordando de apoyarse mutuamente con el objeto de mantener y aumentar sus poderes feudales. Sabiéndose protegido por sus iguales y muy lejos de la autoridad del rey, que no había podido acudir en ningún momento en socorro de la villa de Grao, acosada esta como estaba por el bandido de Coalla, el obispo se pone manos a la obra y comienza a cometer tropelías y atropellos a los habitantes de la ciudad recurriendo incluso a la violencia armada y al chantaje. 

De hecho, aprovechándose de la situación estratégica de los castillos que rodeaban Oviedo y que estaba bajo su control, esto es Priorio y la gran fortaleza de Tudela, el obispo se decide a poner a la ciudad en un asedio de facto, sabedor de que sin suministros externos Oviedo no puede sobrevivir. El instrumento de su cerco no sera otro que el inefable don Gonzalo Pelaez, al que el obispo le había entregado ya en 1308 el control de los estratégicos castillos. El acoso fue tal que la ruta más directa entre Leon y Oviedo, la que atraviesa el puerto de Pajares, hubo de desviarse y el pan y el vino tuvieron que traerse por el puerto de Leitariegos a través de la tierra de Tineo. Una ruta que aún así pasaba peligrosamente cerca del castillo de Priorio, también controlado por el obispo y su sicario. 

La situación de guerra y acoso a la ciudad se mantuvo hasta finales de 1315 en el que don Rodrigo Álvarez de las Asturias, Adelantado Mayor de Asturias, Leon y Galicia, acude con un ejercito para acabar con la amenaza del bandido. Al año siguiente somete a la fortaleza a asedio y se dispone a expugnarla trayendo de Oviedo un ingenio de asedio. Su primo el obispo comprende que todo está perdido y, antes de perder el preciado y estratégico castillo, decide entregarlo y rendirse. El obispo había sido derrotado por su propio primo.

No se sabe mucho de lo que le ocurrió al obispo en sus últimos seis años de vida. Seguía siendo un hombre poderoso en la región, pero está vez había uno por encima de él, que no era otro que su primo, y seguramente no quiso o no pudo desafiarle abiertamente, aunque es muy probable que el enfrentamiento con la ciudad continuara no volvió a adquirir los tintes dramáticos que se alcanzaron con la entrega al de Coalla del castillo Tudela. 

El obispo moría en 1321.

Ideas de aventuras: 
  • Oviedo está buscando hombres de armas para defenderse de las correrías de don Gonzalo y el obispo. ¿Conocen los PJ's a alguno?
  • Los Pj's son artesanos y burgueses de la ciudad de Oviedo, intentan llevar una vida sencilla y prospera pero hete aquí que el obispo se ha encaprichado con la sobrina/hermana/hija de uno de ellos. Y al señor obispo no le gusta que le digan que no.
  • Los Pj's son buenos siervos de dios y de su obispo en la ciudad. Son gentes tranquilas, no dadas a peleas ni violencias, pero por casualidad se enteran de que el regimiento de la ciudad planea asesinar al obispo esa misma noche aprovechando que la mayoría de los suyos están haciendo correrias en el alfoz. Solo los Pj's pueden evitar que el obispo sea asesinado.

Post scriptum: Entre 1293 y 1323 hay tres obispos en Oviedo que se llaman Fernando, siendo dos de ellos Fernando Álvarez, dando lugar a una lógica confusión entre unos y otros. Más aún, mientras me documentaba me he encontrado con alguna que otra página web que afirmaba sin pudor que el señor obispo ayudó a don Rodrigo Álvarez a asaltar el castillo de su propiedad por unos bandidos que se le habían metido dentro. Todo puede ser, pero la opinión mayoritaria de los historiadores es la que he reflejado en el artículo y creo que todo lo que he escrito se refiere al tal don Fernando Álvarez, si encuentro algún error lo subsanaré sin problemas. 
Por lo demás, no he encontrado mucho más que decir sobre este personaje, pero la verdad es que es mucho más de lo que hay sobre muchos de los obispos de esa época. Con los datos que he recogido creo que se ha ganado un puesto de malvado recurrente en nuestra historia aquerralesca y bien podría ser el villano principal de una campaña que tenga como objeto las luchas entre Oviedo y el cabildo, un tema poco conocido pero que nos convierte a nuestra ciudad en un emulo de Verona, solo que en lugar de Mostescos y Capuletos aquí hay curas y burgueses. Un terreno a explorar sin duda.
Para documentarme he utilizado:
 Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias. De Luis Alfonso de Carvallo.
 Coalla el sanguinario. De Fernando Romero. 
 Y Oviedo Enciclopedia: el.tesorodeoviedo.es

martes, 25 de febrero de 2014

El corazón del Occidente. El territorio de Tineo.

Se han preguntado vuestras mercedes el porque Asturias tiene nombre en plural y no en singular como las demás regiones de los reinos de España (excepción hecha de las islas, claro está). ¿No se lo han preguntado? Pues aún así, yo les respondo. Sepan que en tiempos antiguos no existían solo dos Asturias, las de Oviedo en el reino de León y las de Santillana, en el reino de Castilla, sino tres, siendo las Asturias de Tineo, también en el Imperio Leonés, las terceras de estas Asturias. ¿Y de donde salen o donde están esas Asturias que dicen de Tineo? Bueno, para eso tenemos que remontarnos un poco más atrás en el tiempo.A una época anterior a los romanos, una época de densos bosques, escasos caminos y fortificados castros. Una época en la que el oro todavía se escondía bajo las montañas y en la que los hombres se separaban por clanes y pueblos.
Los pésicos eran uno de estos pueblos entre los que se dividían los astures tramontanos, es decir los que se encontraban más allá de la cordillera cantábrica, en más o menos lo que ahora es Asturias. El territorio que ocupaban los pésicos se extendía por lo que hoy se denomina el Occidente asturiano, que vienen a ser el territorio que se extiende entre el río Nalón por el Este y el río Navia por el Oeste, siendo las tierras de más allá del Navia territorio ya de las tribus galaicas. De estos tiempos y de otros anteriores son muchos los recuerdos que nos quedan: los dólmenes de Merilles y Baradal, los túmulos que se reparten por sierras y montes y que aquí se conocen como "cutruyos" y "covayos", los numerosos castros fortificados y, ya de tiempos de los romanos, los restos de la minería del oro.
Y es que este territorio era bastante rico en oro y otras riquezas minerales y poco después de la conquista romana se articuló rápidamente con diversas carreteras y explotaciones mineras para sacar el mayor rendimiento posible de los recién conquistados terrenos. Estas carreteras se organizaban de manera que las explotaciones se comunicarán entre ellas y con la capital del Conventus Asturum, a la sazón Asturica Augusta, Astorga. Se conserva de los romanos la inscripción al dios Evedutonio, que mora en Barcia, dios astur del lugar que los romanos, prudentes, honraban como se merecía. 
Y son estas tierras de occidente, este territorio, que lo fue, de los pésicos, lo que en los albores del año mil aparece denominado como las Tierras de Tineo, o las Asturias de Tineo, el territorio que va desde el alto de la Cabruñana en el concejo de Grao al río Navia, es decir, prácticamente todo el occidente asturiano.
 Pero sigamos el orden que marcan los años.
 Poco se sabe en realidad de los que paso en los últimos años de la dominación romana, y menos aún de lo que hicieron por allí suevos y visigodos. De hecho tenemos que esperar a los reyes de Asturias, al rey Silo para ser más exactos, para volver a tener noticias de Tineo. Dicen los monjes de Corias que en 780 un hijo de Silo, llamado Adelgaster, príncipe de Xixón, fundó en estas tierras en monasterio de Obona. Pero eso ya se ha dicho en otra parte.
 La fundación de monasterios tuvo una gran importancia en la zona, pues no solo Obona, sino tambien Barzana (¿será esta la Barcia del dios Evedutonio?) y sobre todo Juan Bautista de Corias son fundadas en estas Asturias de Occidente. Todos estos monasterios eran fundados por poderosas familias de la zona con la doble intención piadosa (para su alma) y repobladora y de organización (para el territorio). 
 Dio durante los siglos XI y XII Tineo personajes ilustras a los reinos de España. El conde de Oviedo Diego Rodriguez, nacido en Tineo, tuvo una hija, Ximena Díaz que caso con un tal Rodrigo Díaz, al que llamaban el Cid. Y por esos años una tal Ximena Nuñez era condesa en Tineo, donde pudo conocer al rey Alfonso VI y donde pudo tener con él sus amoríos pues dos hijas tuvo con él. Una de ellas, Teresa, sería madre del primer rey de Portugal, Alfonso I, la otra con Raimundo IV de Tolosa, que fue nombrado conde de Teverga y que marcho con los cruzados a la conquista de Jerusalén. 
 Pero no todos en Tineo eran gentes ilustres, en 1115 se reúnen representantes del concejo en Oviedo con el obispo Pelayo con objeto de organizarse para defenderse de los malhechores que asolaban el territorio. Algo muy común en las Asturías medievales, como hemos visto.  
No se sabe si sirvió esa reunión de poco o de mucho, pero si es cierto que en 1277, más de ciento cincuenta años después se reúnen de nuevo los de Tineo con los otros concejos limítrofes para organizarse de nuevo contra los desmanes de los señores feudales. Está vez lo hacen en el puerto de La Espina y sin obispo. 
Las Asturias de Tineo se gobernaban desde el castillo homónimo, que seguramente estuviera levantado sobre un castro anterior, o sobre una torre romana hecha para vigilar tanto oro y alrededor del cual se levanto una villa en el s.XIII, al calor de las fundaciones de Alfonso IX, quién también establece como paso obligado para los peregrinos a Santiago la susodicha villa y el monasterio de Obona. La villa era abierta, sin muralla, pero contaba no solo con el castillo, que estaba bien defendido por muralla, torre y foso, sino con hospital de peregrinos llamado "Mater Christi", un convento franciscano y la casa fuerte de los García de Tineo, importante familia del lugar.
 El territorio de Tineo (aquí hay que hacer una aclaración, en estos años, baja edad media, el territorio de Tineo hace referencia a lo que a día de hoy es el concejo del mismo nombre, NO a todo el occidente de Asturias, hay que diferenciar entonces entre "Tierra de Tineo" y "Territorio de Tineo", a partir de ahora hablaré del territorio), junto con Cangas del Narcea y Allande pasan en 1369 a manos del que era entonces Adelantado Mayor de Asturias, Pedro Suárez de Quiñones, en agradecimiento por los servicios prestados durante la guerra contra don Pedro I, su hermano. 
Dos peregrinos avistan un patarico en las tierras de Tineo
Juan Pablo Moratiel
 No fue la posesión de los Quiñones una cosa sosegada y tranquila. Con las sublevaciones del Alfonso Enriquez los castillos de Tineo y Cangas del Narcea cayeron en manos de sus seguidores, a la sazón Diego Sanchez y Fernán Sanchez, lo que motivo que el Adelantado Mayor, es decir el ya mencionado Pedro Suárez de Quiñones, ordenará a Diego García de Tineo que se hiciera con el control de los castillos y que "prendiera o matara" a los dos rebeldes. Con mucha sangre y esfuerzo lo consiguió el de Tineo y no debió ser cosa baladí pues cuando por fin se rindió en Gijón el conde don Alfonso Enriquez, se perdonó a toda su gente, excepto a estos dos Diego y Fernán Sanchez, que habían cometido grandes desmanes en esas tierras de Tineo. 
 Estos García de Tineo eran gente de confianza del Adelantado Mayor, pues junto a él había estado en el asedio a Algeciras del año 1379, eran gente muy principal de estas tierras y dieron origen a varíos linajes de ricos-hombres con solar en Tineo, a saber; los propios Garcia de Tineo, los Caballero con su lema: "agua, castillo y león prisionero, armas son de caballero" y los Riego, que se establecieron en Tuña, pequeña población tinetense. 
 Estos del Riego tuvieron sus querellas con otros nobles de la zona, los  Plaiz de Arganza y hubo un gran enfrentamiento en San Félix de Mirayo donde casi se extermina a estos últimos. Sin embargo, como solía ser habitual en la época, todo se arregló con varios matrimonios entre ambos linajes. 
 Decir por último que los García de Tineo también tuvieron sus más y sus menos con el monasterio de Obona, de hecho, el acoso al que sometieron al monasterio en tiempos de Alfonso IX fue lo que motivo que el monarca se acercará a estas tierras para dejar bien claro que el mismo protegía al cenobio. Los García de Tineo siguieron, no obstante, manteniendo algún tipo de relación con el monasterio pues gustaban de ser enterrados en él.
 Volviendo a Tineo y a los Quiñones, parece ser que en algún momento perdieron el control sobre estas tierras, parce ser que en tiempos de Enrique III, y en 1434 el rey Juan II se lo entrega a un noble francés, el conde de Armagnac, por los servicios que este le había prestado en diversas guerras contra Aragón y Navarra. Pese a todo el de Armagnac no debía llevarse demasiado mal con los Quiñones, pues cuando los nobles castellanos (Quiñones entre ellos) se sublevan contra el valido don Álvaro de Luna, el Príncipe de Asturias, futuro Enrique IV, se encuentra que sus capitanes en Asturias, en concreto Fernando de Valdes, que fue el capitán designado para apoderarse del occidente, que toda la tierra estaba tomada por los hombres del conde de Armagnac y de los Quiñones, con lo que su misión era casi imposible. Juan II intentó apartar a los Quiñones de las tierras de Tineo, dándole a cambio la tierra de Llanes, pero no debió de resultar efectiva esta solución pues hasta 1494 no recuperan definitivamente los Reyes Católicos el control sobre el Occidente de Asturias. 
 Acabadas las guerras en el propio Tineo, los naturales se pueden dedicar a otros menesteres y en 1518 un tinetense, García Fernández da muerte ni más, ni menos, que al famoso pirata Barbarroja (al primero, que luego hubo otro...).

Por supuesto Tineo tiene su parte mitológica y legendaria. 
 Aquí al Nuberu se le conoce por Renubeiru y se dice de él que es un hombre chamuscado que gusta de la compañía de las brujas y se tiene la costumbre de ahuyentarlo colocando cuchillos y hachas con el filo señalando a las nubes, las campanas de San Facundo tienen también la capacidad de espantarle. Al Busgosu lo llamán Pelosu en estas tierras. La Güestia es conocida como la Houstia. Y aunque no hay leyendas en Tineo sobre los homones, criaturas gigantes con forma humana, pero si las hay en Salas y en Allande, que son los concejos que rodean Tineo por Este y Oeste respectivamente, en la edad media formaban parte de la tierra de Tineo y no es difícil imaginarse que los homones de uno y otro lado también caminarán por los montes tinetenses.
 El que sin duda cabalga por Tineo es "La Pantasma", el espíritu de un caballero muerto en pecado de adulterio al caer de su caballo. 
 Curiosamente, pese a ser un concejo de interior, en Tineo saben que el Ome Marín es capaz de subir por los ríos desde la mar para violentar a las mozas, pues son estas criaturas especialmente lujuriosas. 
 En los abundantes túneles y galerías que horadan estas tierras es bien sabido que habitán xanas, encantadas y cuelebres, y no falta quien diga que los túneles han sido excavados por los míticos mouros, que rebosan riquezas y que incluso pueden llevar a su mundo. Cuidado ha de tenerse si uno se adentra en alguno de ellos llamado por la avaricia, bien es sabido que una moza desapareció para siempre en su camino entre Navelgas y Navaral al introducirse por una galería en la que creyó ver refulgir el oro. En la noche de San Xuan se pueden oír sus lamentos, mientras espera a que algún gallardo caballero baje a desencantarla.
En la ermita de Cotariello pueden verse todas las noches unas luces fantasmagóricas que, si algún incauto se acerca demasiado, son capaces de subir por el cuerpo y dar un insoportable calor. Se cuenta que son las almas en pena de una moza y su amante, ella fue asesinada por él y él se suicido después. No falta quién dice que todo se debió al arrepentimiento de ella al estar embarazada antes de haber pasado por la vicaria.  
En Vil.latresmil se cuenta que un señor de horca y cuchillo, o sea uno de esos señores feudales con derecho a juzgar y castigar a sus vasallos,  fue convocado por el rey de Castilla, una vez en Valladolid el rey le pregunto cómo podía ser que gobernase sin barba, el señor contesto que para eso que gobernara un chivo, fue mandado decapitar por el rey, al que no le gustó la respuesta. 
En las profundas minas escavadas por los mouros
se encuentran fabulosos tesoros enterrados.
Nestor González
El castillo de Mirallo. Dicen los del lugar que en lo que ahora es el prado de Eiros, cerca de San Felix de Mirallo, existía antiguamente un castillo como no ocupado por un señor especialmente sanguinario y cruel. Vivía solo en el castillo acompañado por una anciana servidora y le gustaba pasear por lo alto de su torre par vigilar lo que ocurría en sus dominios. En una aciaga ocasión divisó las llamas de una pequeña hoguera que había sido encendida por el hijo de un campesino. Ante tamaña ofensa no pudo menos que mandar arrastrar al labriego al castillo para hacerlo azotar, lo que el labriego, ya de por si un hombre de mala salud, no pudo soportar y murió ante los ojos de su hijo, el de la hoguera. Éste no dudo en maldecir a su señor delante de todo el mundo. Y alguien poderosos debió de oír la maldición porque el señor de Mirallo murió a los pocos días acompañado de sus anciana servidora. Más aún el castillo se derrumbó sin dejar rastro de su presencia. Pero hay quién dice que si pasas de noche por la meseta de Eiros escucharas los gritos del señor de Mirallo al que están azotando en la otra vida.
Se dice que en el Campu L’ayalguina hay enterrado un tesoro de los mouros.

Post scriptum: antes de acabar quiero comentar tres datos que me han llamado la atención pero que no sabía bien como meter en el articulo. Por un lado la existencia de un lugar llamado El Peligro en las cercanías del monasterio de Obona, pese a tener un nombre tan sugerente no he encontrado ninguna anécdota ni leyenda al respecto. 
 En segundo lugar comentar una curiosa costumbre que se tenía en Tineo para estimular al matriz de las parturientas:  la hacen pasear y entre cuatro mocetones la menean... es de suponer que cada uno la agarra de una extremidad y, pues eso, la menean.
 Y por último una jocosa costumbre que se tenía en tiempos de Antroiro o Antroxu o Carnaval. Parece ser que para finalizar la fiesta, los más inquietos de la mocedad se dedicaban a lanzar el "goxu", que no es otra cosa sino lanzar un carro de hierba ardiendo colina abajo contra una aldea seleccionada al azar, por lo general y por comodidad se escogía una que estuviera situada más abajo que el lugar en el que se encontraban los bromistas. La verdad es que no hay nada mejor como estar durmiendo y que de repente te estrellen un carro ardiendo contra la quintana. Un chistazo vaya, no se si en la baja edad media se estilaba esta tradición, pero ahí queda dicha.
 Ah, y otros tinetenses de renombre en la historia de España fueron Pedro Rodriguez de Campomanes, marques de Campomanes e ilustrado, y Rafael del Riego, si, el del himno de Riego, de Tuña nada menos.
Post scriptum II: espero que haya podido dejar clara la diferencia entre tierra y territorio de Tineo. Parece ser que la tierra de Tineo era prácticamente todo el Occidente asturiano, lo que se correspondería con la tribu astur de los Pésicos, mientras que "territorio de Tineo" hace referencia a un espacio mucho más pequeño, que ocuparía lo que ahora es el concejo. La diferencia entre uno y otro parece haber surgido a caballo entre los s.XIII y XIV, a partir de los cuales ya no se hace referencia a las Asturias de Tineo, sino simplemente al concejo.
Bibliografia: "El concetson" de Yasmina Rodriguez Gonzalez. 2002-2003. E. Universitaria de Turismo de Asturias.
"Nuestras raices. Patrimonio Historico" Manuel Fernández de la Cera.
"Mitos y leyendas asturianas" Alberto Álvarez Peña
También Wikipedia: Tineo
De nuevo he tenido la suerte de contar con Juan Pablo Moratiel y Nestor González Fernández

sábado, 25 de enero de 2014

Buscadores de tesoros; los ayalgueros.

Desde la figalina de Ruedes
hasta el molín de Manxón
hay el dinero de siete reyes
metío na pelleya un castrón

Casi todo el mundo habrá oído alguna vez una leyenda o historia sobre un tesoro escondido. En Asturias muchas veces esos tesoros están protegidos por una encantada, en muchos casos una princesa mora que ha sido dejada atrás por su padre con la intención de proteger el tesoro hasta que le sea posible volver a recuperarlo. Tanto el tesoro como la encantada reciben en Asturias el nombre de ayalgas. 

 En puridad ayalga significa tesoro y solo es ha finales del s.XIX cuando se empieza a usar el mismo nombre para la criatura que lo protege, cuando anteriormente recibía simplemente el nombre de xana o encantada. En muchas historias el tesoro podrá ser obtenido por el valiente que la desencante. Recuerdo que en la escuela nos hablaban que la leyenda más repetida habla de un mozo que debe atravesar un torrente sujetando un hilo de oro sin que este se rompa, si lo conseguía se quedaba con el tesoro y se casaba con la xana, si fallaba ¡ay! moría ahogado. Hay otras muchas maneras de romper el encantamiento que condena a la moza a proteger la ayalga: esperar tres días a la entrada de la cueva, dejar que la moza en forma de cuelebre amague con dar un mordisco al mozo, etc.

Pero no quiero hablar de los tesoros enterrados y ocultos, ni de encantos y de como romperlos. Quiero hablar de los que buscaban esos tesoros. Los auténticos saqueadores de tumbas. Los Ayalgueros. 
En cierto sentido los ayalgueros, "chalgueiros" en el occidente asturiano, encajan muy bien en el perfil de aventureros. Solían ser personas de origen humilde que atraídos por los cantos de sirena de tesoros enterrados  que habían oído o leído en gacetas y relatos, se liaban la manta a la cabeza y se disponían a saquear ruinas de antiguas civilizaciones en busca de los pretendidos tesoros enterrados. Cierto que estas ruinas solían ser castros, dolmenes y túmulos, nada que ver con los restos de Osgiliath y que los tesoros enterrados eran ajuares funerarios o restos de vajillas o joyas romanas y astures, pero eran ruinas y tesoros al fin y al cabo. 
 Las primeras referencias escritas a tesoros enterrados en el noroeste peninsular vienen del Codice Calixtino del s.XII, en la que nos advierte de la presencia en Galicia de fortunas subterráneas, en muchos casos dejadas atrás por los moros en su huida, en ocasiones encantando a la hija o esposa del moro que huía para que sirviera de mágico guardián de las fabulosas riquezas. No es difícil imaginar que cuando se reflejan estos cuentos por escrito es debido a su abundancia en la tradición oral. Gota a gota las noticias escritas de tesoros escondidos van apareciendo a lo largo de los siglos hasta llegar a desatar cierto furor en el s.XVII, momento en el cual se llegan a saquear en Galicia hasta tres mil mamoas en un solo año. Pese a la preocupación de la corona por evitar este expolio (más pensando en el oro que en la protección del patrimonio) el problema tenía difícil solución porque en muchos casos los gobernadores locales estaban detrás de estos expolios. El zorro tenía que guardar el gallinero.
En el siglo XVIII, en pleno apogeo de la búsqueda de tesoros, el padre Feijoó recién llegado a Asturias explica que se había encontrado muchas leyendas de este tipo en su Galicia natal y que de nuevo se las encuentra en abundancia en su llegada a Asturias. No parece muy aventurado afirmar que ya en la edad medía eran abundantes estas leyendas, también en Asturias. 
Lo curioso de este fenomeno es que no es privativo de los asturianos o gallegos que buscaban los tesoros de los moros (por cierto que el termino "moro" parece hacer referencia a cualquier vestigio del pasado, siendo cuevas de moros los restos de minas romanas, castros etc), los mismos árabes buscaban los tesoros dejados atrás por los romanos y los romanos buscaban en Asturias el oro oculto bajo las montañas. Todos querían encontrar tesoros. 
Los ayalgueros solían echar manos de los Libros de San Cipriano que aparece en el s.XVI y que en muchas ocasiones, a modo de "extra", no solo incluían las instrucciones a seguir para recuperar una ayalga, sino que aportaba varias localizaciones de tesoros ocultos. Pero lo que verdaderamente hacía furor entre los ayalgueros eran las gacetas, pequeños manuscritos que señalaban las riquezas de los moros y los pasos a seguir para evitar las maldiciones dejadas atrás a modo de protección, pues no faltaban los que decían que esos tesoros estaban protegidos por diablos. Pero lo cierto es que los requisitos para defenderse de las maldiciones eran tan retorcidas y difíciles de conseguir para un campesino de la época (que apenas disponía de lo necesario para subsistir), por lo que los ayalgueros, más prácticos, solían seguir el modus operandi de reunir al mayor numero de colaboradores y dedicarse a cavar indiscriminadamente en los alrededores del pretendido tesoro. Posiblemente los ayalgueros que tenían detrás a gentes más ricas y letradas, con más cosas que perder, si pudieran respetar los conjuros y protecciones mágicas que garantizaban las expulsiones de demonios y maldiciones. 
Y eso es todo, no me quiero extender sobre un tema que sale fuera del arco temporal habitual de Aquelarre, si bien es cierto que las leyendas tenían hondas raíces medievales. La verdad es que me llamaron la atención las similitudes (salvando las distancias) entre los ayalgueros y los aventureros de juegos tipo dungeon crawling, y es que los ayalgueros no tenían problema en recurrir al armamento pesado. Se sabe que la tapa de algún que otro dolmen acabo siendo barrenada para hacerla saltar por los aires. Nada mejor que la dinamita para espantar al demonio. 
Ayalgueros como Personaje Jugador.
Aunque históricamente los ayalgueros realizaban sus labores a partir del s. XVII, no veo demasiado impedimento en suponer que en la Baja Edad Media también habría individuos duchos en estas lides. 
Para adaptarlo mejor a la idiosincrasia de Aquelarre podríamos decir que, en este caso, los ayalgueros si que se tomaban en serio los peligros de índole mágica y demoníaca, muy presentes en el mundo de Aquelarre. Serían estos ayalgueros de origen humilde, teniendo que ser de clase social Campesino, siendo sus requisitos los siguientes:
Características mínimas:
AGI 15
PER 15
CUL 10

Habilidades primarias: Conocimiento de Area, Descubrir, Leyendas, Rastrear.
Habilidades secundarias: Comerciar, Con. Mágico, Escamotear, Memoria, Ocultar, Saltar, Trepar, una competencia de armas de campesino.
Ingresos mensuales: su porcentaje de Suerte x 2 en Maravedies.

Por cierto, antes de despedirme y para prevenir que nadie se eche al monte a buscar ayalgas dejadas atrás por los moros, sobra decir que los ayalgueros se quedaron en la mayoría de los casos con un palmo de narices, o más pobres incluso de lo que eran antes, pues no existían esos tesoros y el único consuelo que pudieron obtener fue el de elementos con más interés arqueológico que valor monetario.

Desde la fuente Laespina
a la peña furacada
hay doscientas libras de oro,
so una piedra labrada

Bicliografia: Tesoros, ayalgas y chalgueiros. La fiebre del oro en Asturias. De Jesús Suárez López.
                      El gran libro de la Mitología Asturiana. Xuan Xose Sanchez Vicente, Xesús Cañedo Válle.